
En la antesala del cónclave, dos históricas sastrerías de Roma buscan vestir al nuevo pontífice, con sotanas confeccionadas a mano listas para cualquier imprevisto
A medida que se aproxima el cónclave que elegirá al sucesor del papa Francisco, una discreta pero simbólica competencia se ha desatado en Roma. Se trata de la tradicional pugna entre las casas de sastrería más reconocidas del Vaticano, que buscan el honor de vestir al nuevo pontífice en su primera aparición pública tras la elección. La histórica casa Gammarelli, famosa por haber confeccionado durante siglos las sotanas blancas que estrenan los papas recién electos, enfrenta esta vez la inesperada competencia de Raniero Mancinelli, un sastre veterano con décadas de experiencia que ha decidido no quedarse atrás.
Gammarelli suele preparar tres versiones de la icónica túnica blanca, anticipándose a la incógnita sobre la complexión del futuro papa. Las tallas tradicionales son baja, media y alta, para garantizar que el elegido pueda vestirse sin contratiempos antes de salir al balcón de la basílica de San Pedro. Sin embargo, en esta ocasión la casa informó que, sorpresivamente, el Vaticano les pidió abstenerse de preparar los atuendos, una situación poco común que abrió la puerta para que Mancinelli diera un paso al frente.

Desde su pequeño taller en el Borgo Pio, a escasos metros del Vaticano, Mancinelli trabaja contra reloj para tener listos sus propios conjuntos papales. “Debo entregarlos entre hoy y mañana, las sotanas blancas, el fajín, el solideo”, explicó el sastre, quien no oculta su entusiasmo por la posibilidad de que esta vez sus prendas sean las elegidas para vestir al próximo líder de la Iglesia Católica. “Puede que las necesiten para el nuevo papa, tienen que estar listas antes del cónclave para que las usen si las necesitan”.
Aunque Mancinelli ha confeccionado trajes para varios papas a lo largo de su carrera, reconoce que nunca ha tenido la oportunidad de vestir a un pontífice en su primer día de papado. Su método de trabajo incluye crear tres tallas diferentes, pero señala que pone más énfasis en la amplitud de la sotana que en la estatura: “Desde el balcón no se aprecia la caída del traje”, comenta, destacando la importancia del porte visual desde la distancia.
Lorenzo Gammarelli, representante de la célebre sastrería familiar, confirmó que habían iniciado los preparativos para las tradicionales tres sotanas vírgenes, pero que recibieron instrucciones del Vaticano informándoles que esta vez “se habían ocupado de ello”. Sin perder la compostura, agregó: “Cada vez hicimos tres túnicas y ellos usaron sólo una”.
Mancinelli, con 70 años dedicados al oficio, asegura que, pese a que no recibió ningún encargo oficial, decidió actuar por iniciativa propia. “Las estoy haciendo, las estoy ofreciendo, no las pidieron”, aclara con sencillez. “Si usan mis cosas estaré muy feliz”.
Este veterano sastre no solo se especializa en ropa papal, sino que también viste a obispos, sacerdotes y seminaristas. De hecho, en los días previos al cónclave su taller está más ocupado que nunca con encargos de última hora. “Hay cardenales que necesitan una faja, un solideo, un cuello. Me encargo de eso”, comentó.
Mancinelli, originario de la región de Las Marcas, recuerda que su carrera comenzó casi por casualidad cuando le ofrecieron la oportunidad de confeccionar sotanas para el Vaticano, una oportunidad que lo llevó a ser testigo privilegiado de la historia eclesiástica. Su taller, decorado con fotografías junto a diversos papas, es testimonio de su larga trayectoria. Entre sus clientes ha contado a los últimos tres pontífices, incluido el papa Francisco.

La elección del papa argentino en 2013 tomó por sorpresa a muchos, incluido Mancinelli. “No estaba en las listas de favoritos antes de su elección”, recordó. Aunque no figura entre los clientes más cercanos de su taller, admite que podría haber pasado alguna vez por su tienda: “Con tantos sacerdotes, obispos y cardenales entrando y saliendo, es difícil recordarlos a todos”.
En este escenario cargado de simbolismo y expectativa, mientras el mundo espera para conocer el rostro del nuevo pontífice, la competencia silenciosa entre sastres históricos añade una pincelada de tradición y artesanía al solemne proceso de elección papal.