
Durante la cena de gala en Windsor en honor a Donald Trump, Kate Middleton brilló con la tiara Lover’s Knot, convirtiéndose en la figura central del evento.
La familia real británica volvió a ser el centro de atención en una cena de Estado celebrada en el Castillo de Windsor. El rey Carlos III y la reina consorte Camilla fueron los anfitriones del banquete ofrecido en honor al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su esposa Melania. Más allá del despliegue de protocolo, un episodio entre Kate Middleton y Camilla Parker acaparó las miradas y desató debate en redes sociales.
Con un vestido de encaje color champán diseñado por Phillippa Lepley, bordados dorados y un estilismo sobrio, la Princesa de Gales fue considerada la gran protagonista de la velada. El atuendo se completó con la icónica tiara Lover’s Knot, pieza creada en 1914 para la reina Mary y posteriormente usada por Diana de Gales. El accesorio, con 19 arcos de diamantes y 39 perlas colgantes, evocó tanto el legado de Lady Di como el poder de Kate en la monarquía moderna.
El momento más comentado ocurrió durante la recepción oficial, cuando las cámaras registraron a Camilla realizando un discreto movimiento con el que desplazó a Kate de la primera línea de saludos a los Trump. La princesa respondió con serenidad, retrocediendo con una sonrisa sin mostrar incomodidad. El gesto, aparentemente menor, se viralizó en redes, donde se discutió si se trató de un desplante innecesario o de una acción protocolaria.
La reacción de Middleton fue interpretada como una lección de elegancia. Sin confrontaciones ni palabras, su porte, la serenidad de su expresión y la tiara que coronaba su peinado enviaron un mensaje de sofisticación y diplomacia. Críticos de moda y expertos en realeza coincidieron en que el uso de la Lover’s Knot fue una elección estratégica que reforzó su imagen como figura clave dentro de la monarquía británica.
Mientras el rey Carlos cumplía con el protocolo y Camilla enfrentaba comentarios por su actitud, Kate Middleton se consolidó como la imagen más destacada de la velada. La gala en Windsor será recordada no solo por la visita del entonces presidente estadounidense, sino por la manera en que la Princesa de Gales se reafirmó como símbolo de modernidad, estilo y poder dentro de la realeza.