
El escándalo de abusos sexuales dentro de la Iglesia católica marcará la agenda del cónclave que elegirá al sucesor de Francisco, el 7 de mayo en la Capilla Sixtina
El Vaticano se prepara para enfrentar uno de los mayores desafíos de su historia reciente: la crisis de abusos sexuales que durante décadas ha golpeado su credibilidad. En vísperas del cónclave que definirá al próximo Papa, la jerarquía eclesiástica ha situado este tema en el centro del debate, marcando un parteaguas en la política interna de la Iglesia católica.
El próximo 7 de mayo, la Capilla Sixtina volverá a ser escenario de deliberaciones a puerta cerrada, donde cardenales de todo el mundo no solo deberán escoger al sucesor del primer Papa latinoamericano, sino también afrontar las secuelas de los escándalos que han sacudido la institución. La Santa Sede reconoció, mediante un comunicado oficial, que “la evangelización, la relación con otras religiones y el tema del abuso” figuran entre los asuntos más urgentes para la nueva administración pontificia.
“El próximo Papa tiene como deber más sagrado garantizar la protección de los niños frente a cualquier abuso. La seguridad de los menores y la autoridad moral de la Iglesia están en juego”, alertó Anne Barrett Doyle, codirectora de la organización estadounidense Bishop Accountability, dedicada a documentar casos de violencia clerical.
Desde su llegada al Vaticano en 2013, el papa Francisco heredó una Iglesia sacudida por denuncias que, hasta entonces, habían sido tratadas con secretismo. En 2019, Francisco impulsó reformas decisivas, entre ellas la eliminación del llamado secreto pontificio, lo que permitió que los casos de abuso pudieran ser entregados a las autoridades civiles, aunque dicha entrega aún no es obligatoria. Asimismo, las víctimas obtuvieron el derecho a conocer sus expedientes y las sentencias emitidas.
Otra medida significativa fue la promulgación de Vos Estis Lux Mundi (“Ustedes son la luz del mundo”), un documento que hizo obligatorio en el ámbito eclesiástico reportar cualquier indicio de abuso sexual, acoso o intentos de encubrimiento por parte de la jerarquía. Este cambio representó un paso hacia la transparencia, aunque, para activistas, aún insuficiente.
“Lo que necesitamos del próximo Papa es que revele los nombres de los miles de sacerdotes declarados culpables hasta la fecha”, enfatizó Barrett Doyle, quien también exigió la promulgación de “una ley universal de la Iglesia que los retire permanentemente del ministerio”.
Otro aspecto cada vez más visible es el abuso sexual contra monjas, un tema históricamente silenciado en la Iglesia. En 2019, Francisco organizó una cumbre inédita sobre violencia sexual, abriendo “una primera puerta” para que las religiosas pudieran denunciar estos crímenes. Además, en enero pasado, el pontífice hizo un llamado a erradicar la “mentalidad machista” dentro de la Iglesia, subrayando que las monjas no deberían ser tratadas “como sirvientas”.
Este tipo de declaraciones reflejan el intento de romper con lo que Marta Gadaleta, secretaria general de las Agustinas Siervas de Jesús y María, define como una estructura “piramidal” y “machista” que sigue rigiendo en muchos ámbitos eclesiásticos.
No obstante, la desconfianza persiste entre las organizaciones defensoras de las víctimas. La elección del nuevo Papa genera preocupación, especialmente ante los nombres que encabezan las listas de posibles sucesores: Pietro Parolin y Luis Antonio Tagle. Barrett Doyle señaló con dureza que “ningún funcionario de la Iglesia en el mundo ha retenido tantos documentos sobre abusos a las autoridades civiles como el cardenal Pietro Parolin”.
La activista recordó también que Tagle fue arzobispo en Manila durante lo que denominó “la edad oscura” del abuso sexual en Filipinas, y lamentó que esa arquidiócesis ni siquiera haya publicado pautas oficiales para abordar los casos de abuso.
“No importa lo amable que sea un hombre que se convierta en Papa, no creo que la Iglesia esté lista para cambiar la página sobre el abuso sexual infantil”, sostuvo Barrett Doyle. Y concluyó con un mensaje contundente: “Los últimos tres Papas lo han encubierto. No podemos permitirnos un cuarto”.
El cónclave reunirá a cardenales procedentes de todos los continentes, en un clima donde la presión internacional y la exigencia de reformas estructurales se presentan como retos ineludibles. El legado que deja Francisco, con avances en políticas de protección pero también con vacíos señalados por las víctimas, será el punto de partida para un papado que se vislumbra tan desafiante como determinante para el futuro de la Iglesia católica.