El alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, fue asesinado el sábado 1 de noviembre, en un ataque directo a manos de un muchachito de 17 años.
Apoyo incondicional. A la indignación por este hecho le siguió el escándalo por el acoso a la presidenta de la república el pasado 4 de noviembre, mientras caminaba con despreocupación y desenfado por las calles del centro histórico.
Las reacciones han sido variadas, pero entre estas destaca el urgente llamado a que las feministas, todas, den su apoyo incondicional a la presidenta, “porque también es mujer” y “porque vive y sufre lo que a diario sufrimos todas”.
En muchísimos muros de Facebook, comentarios en la plataforma X, e incluso en podcasts de personajes variados, se repite la frase “Y si fue montaje qué, el apoyo a la mujer debe estar presente”. Pero no, no es “y qué”.
El acoso sexual es tan grave en nuestro país que cobra la vida de alrededor de 10 a 11 mujeres, niñas y adolescentes cada día. Estas muertes incluyen tanto los casos clasificados oficialmente como feminicidios como los homicidios dolosos de mujeres, muchos de los cuales no son investigados con perspectiva de género.
Si fue un montaje, resulta indignante que ella misma haya prestado su cuerpo para fingir un acoso y es lamentable que se burle de quienes sí hemos padecido el acoso sistemático en sus peores formas.
Desde que le jalaron el pelo en un evento público, su equipo tomó cartas en el asunto y quedó claro que ningún indeseable se le volvería a acercar. Recordemos, por favor, que en su propio informe de gobierno hubo compañeros de movimiento que fueron amablemente guiados a “un corralito” para evitar que se repitiera un desaire como aquel de la asamblea popular, que tuvo lugar en el zócalo en marzo de este año, y en el que le dieron la espalda a la presidenta para tomarse la foto con el hijo del expresidente.
La respuesta que se exige ahora de quienes nos autodenominamos feministas es una solidaridad incondicional, una compresión a la vulnerabilidad de la mandataria del país y la exposición del cuerpo de una mujer que en un par de años podría empezar a cobrar su pensión del bienestar.
Pero yo me pregunto: ¿Cómo ser solidaria hacía una persona que ha apoyado a sendos representantes del patriarcado más rancio del país, como Cuauhtémoc Blanco y Salgado Macedonio, ambos acusados de presunto abuso sexual e intento de violación? ¿Sororidad hacia una mujer que no ha recibido a las madres buscadoras que viven pidiendo comprensión y justicia porque el estado las ha olvidado? ¿Apoyo feminista a mujeres que critican el cuerpo de otras, pero se indignan cuando critican el suyo, como Citlalli Hernández?
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Ese “llegamos todas” no significa nada cuando tu voluntad sigue supeditada y constreñida a las limitantes, quizá no del antecesor (vamos a darle el beneficio de la duda), pero sí de un movimiento que en lo último que piensa es en el bienestar de las mujeres.
Piden a gritos que no lo consideren montaje, pero ellos mismos ha acusado montajes de la derecha durante décadas, y se les han comprobado otros tantos a ellos mismos. De cualquier modo, si de verdad la presidenta y su equipo decidieron caminar y exponerla de esa manera a un acoso como el que vimos, resulta preocupante que tanto sus asesores como su equipo de seguridad hagan gala de semejante ineptitud. Ojalá este hecho sirva para que se dé cuenta de lo que vivimos las mujeres a diario en el transporte público, en los espacios de trabajo, en instituciones gubernamentales y escuelas, y para que su ayudantía tome mejores decisiones en el futuro.
Ahora bien, en el supuesto de que no se trató de un montaje, la reacción de la presidenta y de su equipo de comunicación debió ser distinta. Estando inmersos en una crisis mediática por el reciente asesinato de un alcalde, había que darle a las cosas su justa dimensión, no recurrir burdamente a utilizar el hecho para dejar de hablar de Carlos Manzo y dedicar la mañanera a informar si habría denuncia contra el borrachito o no. Siendo consistentes con la postura del régimen, y tal como la propia presidenta ha respondido a miles de cuestionamientos relacionados con los delitos de sangre ocurridos en el país que ella dirige, el comentario debió haber sido: “no voy a hablar de eso, que informe la fiscalía”.
¿El apoyo feminista debe ser incondicional? Quizá. Pero me gustaría más que fuera CONGRUENTE.
Edith Verónica Luna
