
Bad Bunny regresó a la Ciudad de México con un espectáculo que combinó identidad, nostalgia y una evolución artística evidente, al presentarse por primera vez en el Estadio GNP Seguros con su gira Debí tirar más fotos.
La noche marcó el debut en vivo en México de su más reciente álbum y el inicio de una serie de ocho conciertos que confirman su estatus como uno de los artistas latinos más influyentes del momento.
Desde los primeros minutos, el show dejó claro que no sería un concierto convencional. El cuatro puertorriqueño abrió el tema La MuDANZA, con el que Benito Martínez reafirmó su orgullo boricua y su conexión con México. Entre el público, cientos de asistentes portaban cámaras colgadas al cuello, réplicas simbólicas que evocaban la estética del álbum y sustituían a las tradicionales pulseras luminosas, ahora convertidas en objetos colgantes con luces de colores.
Durante el primer segmento del concierto, el perreo quedó en pausa. Bad Bunny apostó por ritmos caribeños y afroantillanos como salsa, bomba, plena, danzón y paso doble, invitando al público a bailar en pareja y a conectar con una raíz musical distinta a la que suele dominar sus presentaciones masivas. Incluso Callaita fue reinterpretada bajo esta atmósfera más tropical y elegante.
El espectáculo dio un giro cuando apareció en pantalla Concho, la ya conocida ranita, quien bromeó sobre su experiencia gastronómica en México antes de que Bad Bunny se trasladara a la famosa “Casita” instalada en la zona de General B del estadio. Desde ahí interpretó Kloufrens, provocando sorpresa entre los asistentes, quienes poco a poco descubrieron que podían acercarse al centro del escenario para vivir el show desde una perspectiva distinta.
A partir de ese momento, el repertorio se llenó de éxitos de Un verano sin ti, como Tití me preguntó, Neverita y Me porto bonito. También hubo espacio para recordar YHLQMDLG, el álbum que marcó un punto de quiebre en su carrera durante la pandemia, con canciones como Si veo a tu mamá, Bichiyal y Yo perreo sola. Con un cambio de vestuario más relajado, Benito dejó atrás el traje formal y dio paso a un bloque completamente dedicado al perreo y al dembow.
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Momentos de alta energía llegaron con Safaera y Efecto, canción durante la cual el cantante sufrió una caída desde el techo de la Casita. Aunque el tropiezo generó tensión, se levantó rápidamente y continuó el show sin mayores consecuencias. Más adelante, el concierto se tornó más crudo con temas de trap como Diles, Mónaco y Chambea, además de la participación especial de Los Pleneros de la Cresta, agrupación que colaboró con él en su nuevo disco.
El cierre de la noche estuvo marcado por la salsa y el merengue, con El Apagón y Debí tirar más fotos como broche final de una velada que mezcló baile, memoria y un fuerte vínculo cultural con el público mexicano.
El recorrido de Bad Bunny en la capital refleja su transformación artística. De presentarse en 2017 en el Pepsi Center WTC ante un público reducido, pasó a llenar el Auditorio Nacional en 2018, la Arena Ciudad de México en 2019 con X100PRE y, más tarde, el Estadio Azteca en dos ocasiones tras el éxito de Un verano sin ti. Su crecimiento ha ido de la mano de una evolución estética, musical y discursiva, abordando temas como la identidad latina, la masculinidad, la nostalgia y la crítica social.
Hoy, Bad Bunny es un fenómeno global del pop latino. Ha sido el primer artista en español nominado a Artista del Año en los Grammy y ha llevado su idioma y cultura a escenarios internacionales, incluso confrontando la hegemonía del inglés en espacios mediáticos estadounidenses. Con Debí tirar más fotos, un álbum que reflexiona sobre la gentrificación, la colonización y la apropiación cultural, Benito reafirma su madurez creativa y su capacidad para conectar con generaciones enteras desde el perreo hasta la salsa, del trap al manifiesto cultural.







