
Aunque se asocia con la infancia, el sonambulismo puede persistir en la adultez con consecuencias serias si no se identifica y trata adecuadamente a tiempo
Dormir no siempre significa inmovilidad. Para algunas personas, la noche puede convertirse en una escena de acciones involuntarias como caminar, hablar o realizar tareas complejas sin estar conscientes de ello. Este fenómeno, conocido como sonambulismo, es una alteración del sueño que aún desconcierta tanto a la medicina como a la sociedad, especialmente cuando persiste en la adultez.
Lejos de tratarse de una conducta mística o sobrenatural como se creía en épocas pasadas, la ciencia actual clasifica el sonambulismo como una parasomnia. Se presenta durante la fase N3 del sueño no REM, cuando el descanso es profundo pero algunas áreas del cerebro, especialmente las que regulan el movimiento, se activan sin que se despierte la conciencia por completo.
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De acuerdo con el National Institutes of Health, hasta uno de cada cinco niños puede experimentar episodios sonámbulos, aunque la mayoría los supera antes de la adolescencia. Sin embargo, cuando se manifiesta en adultos, puede estar relacionado con problemas siquiátricos, trastornos neurológicos o incluso con efectos secundarios de ciertos medicamentos.
Durante los episodios, el sonámbulo parece despierto: abre los ojos, camina, responde de forma simple, pero en realidad permanece dormido. Esta desconexión cerebral implica que, al despertar, la persona no recuerda nada. Las acciones pueden ser inofensivas, pero también implicar peligros como intentar manejar, cocinar o salir de casa, con alto riesgo de lesiones.
Un estudio realizado por el Hospital General de Massachusetts en colaboración con Harvard, reveló que más del 60% de los adultos con sonambulismo también presentaban trastornos siquiátricos como ansiedad o depresión. También se ha identificado un fuerte componente hereditario: niños con antecedentes familiares tienen hasta cinco veces más probabilidades de desarrollar el trastorno, según una investigación publicada en Neurology.
El diagnóstico se basa en la observación clínica y en el testimonio de quienes conviven con el paciente. En casos atípicos o donde se sospecha de otros trastornos como epilepsia, se puede recurrir a estudios como la polisomnografía, que registra la actividad cerebral y muscular durante el sueño.
Aunque son raros, se han documentado casos extremos en que individuos han cometido actos violentos bajo sonambulismo. Esto ha planteado interrogantes legales sobre la responsabilidad penal de quienes actúan sin conciencia. En estos escenarios, se requiere un análisis neurosicológico profundo para evaluar el grado de automatismo y desconexión con la realidad.
Respecto al tratamiento, en niños suele bastar con establecer rutinas de sueño y evitar la privación. En adultos, pueden recomendarse intervenciones conductuales y, en situaciones más severas, el uso de benzodiacepinas bajo control médico. Avances recientes exploran también terapias como la estimulación auditiva sincronizada, que busca modular la actividad cerebral durante el sueño profundo para prevenir episodios.
En México, se ha comenzado a investigar la relación entre sonambulismo y apnea del sueño, al detectar que la interrupción del sueño profundo puede fomentar episodios sonámbulos. Otro punto de alerta es el uso de hipnóticos como el zolpidem, que en ciertas personas desencadena conductas similares sin que exista recuerdo posterior. Autoridades sanitarias han advertido sobre estos efectos desde hace más de una década.
Imágenes obtenidas por resonancia magnética funcional han demostrado que, durante un episodio, se activan áreas cerebrales como el cerebelo y la corteza motora, mientras la corteza prefrontal —clave en el juicio consciente— permanece inactiva. Esto explica por qué el sonámbulo puede actuar de forma aparentemente lógica sin estar despierto.
A nivel social, el sonambulismo sigue rodeado de desinformación. Las personas que lo padecen pueden ser objeto de burla o estigmatización, lo que impide que busquen ayuda. Promover la educación sobre los trastornos del sueño es esencial para garantizar diagnósticos oportunos y reducir los riesgos asociados.
Aunque la imagen del sonámbulo se asocia comúnmente a un niño que camina dormido, este trastorno puede ser mucho más complejo. La ciencia continúa profundizando en sus causas y tratamientos, con el objetivo de mejorar la calidad de vida de quienes, noche tras noche, cruzan la tenue frontera entre el sueño profundo y la vigilia.