Culiacán sigue dando de qué hablar #ElOpinador

Tras lo sucedido en Culiacán sobresale la falta de comunicación entre el Presidente y su equipo al momento de viajar en línea comercial

Qué creen, Culiacán sigue dando de qué hablar. Son muchas las lecciones que tenemos que aprender de lo sucedido aquel jueves. Y hoy quiero poner sobre la mesa el tema de la falta de comunicación entre el Presidente y su equipo al momento de viajar en línea comercial.

Se dice que por la logística del vuelo, por un momento el gabinete de seguridad no pudo comunicarse con el mandatario.

Lo que arroja la siguiente pregunta, en un país con las características de México, ¿el presidente debería seguir viajando en vuelos comerciales? O es momento de pensar en la seguridad nacional.

El avión del Presidente es todo un tema. Quizá porque las necesidades del país, se vieron opacadas ante la opulencia de la nueva aeronave. Pues recordemos que se trataba de un Boeing Dreamliner 787 de casi 7 mil millones de pesos. 

El José María Morelos y Pavón está construido con laminado de carbono, aluminio y titanium entre otros materiales. Acondicionado para 80 pasajeros.

Una autonomía de vuelo de casi 14 mil kilómetros, algo así como un México – Tokio sin abastecer combustible, velocidad de 912 kilómetros por hora. Y que por las razones que ustedes quieran, esta ahora guardado y empolvándose en un hangar en Estados Unidos con cargos a la nación.

La flamante nave sustituyó al Boeing 757 TP01 Presidente Juárez, adquirido en 1987 por Miguel de la Madrid y que en su vida útil realizó 2662 vuelos, llevando a mandatarios, gabinete, equipo logísticos, medios e invitados especiales durante 953 giras nacionales y 323 internacionales. Pero que a decir de algunos colegas que viajaban en el, ya era tiempo de que llegara su remplazo.

En fin, pero volviendo al tema, cuáles son los problemas de tener a un presidente viajando en vuelos comerciales.

Por supuesto está el de la comunicación ininterrumpida que debe tener un mandatario con su gabinete, lo cual quizá se pudo resolver con un teléfono satelital o con una llamada al capitán de la aeronave, pero sinceramente qué necesidad.

A esto hay que agregarle que el mandatario depende de las agendas de las aerolíneas, no puede cambiar de ruta en caso de emergencia, la información que maneje durante el vuelo puede quedar comprometida y el riesgo que implica también para los pasajeros viajar con una persona que está en constante riesgo ante los problemas, sobre todo con el crimen organizado.

Sabemos que los vuelos presidenciales de antaño rayaron en los excesos, pero quizá con aeronaves más modestas y con un buen ejemplo Presidencial, se podría corregir la falla, un tema apremiante en cuestión de seguridad nacional.

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