
El dolor de rodilla que aparece por la noche no es casual: puede relacionarse con desgaste articular, inflamación o hábitos al dormir que elevan la presión en la articulación
El descanso nocturno puede verse interrumpido por un dolor persistente en la rodilla que surge cuando el cuerpo entra en reposo. Aunque durante el día las actividades cotidianas pueden atenuar la percepción del malestar, la quietud de la noche suele hacerlo más evidente. La ciencia médica ha identificado varias causas frecuentes detrás de este síntoma, que van desde procesos degenerativos hasta alteraciones inflamatorias y posturales.
Contrario a lo que se cree, la inactividad prolongada no siempre favorece a las articulaciones. Al disminuir el movimiento, se reduce la circulación del líquido sinovial, encargado de lubricar la rodilla. Esta falta de lubricación incrementa la fricción interna y puede intensificar el dolor cuando la persona intenta conciliar el sueño.
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Estudios publicados en Osteoarthritis and Cartilage y análisis clínicos de Cleveland Clinic señalan a la osteoartritis como uno de los factores más comunes del dolor nocturno. El desgaste progresivo del cartílago se manifiesta con mayor intensidad al finalizar el día, cuando la articulación ha soportado carga y esfuerzo. A ello se suman posibles daños estructurales, como lesiones en meniscos o en la médula ósea, que se vuelven más sensibles con el descenso de la temperatura corporal durante la noche.
Las enfermedades inflamatorias también juegan un papel relevante. En padecimientos como la artritis reumatoide, los picos inflamatorios suelen presentarse en horarios nocturnos, provocando rigidez, sensación de calor y dificultad para mantener una postura cómoda al dormir.
Especialistas advierten que el dolor de rodilla no debe normalizarse cuando interfiere con el descanso. Despertares frecuentes, molestias intensas incluso en reposo o la presencia de hinchazón, enrojecimiento y aumento de temperatura local son señales para acudir con un profesional de la salud. Ignorar estos síntomas puede derivar en un deterioro de la calidad de vida, afectando el estado de ánimo y el rendimiento diario.
Para aliviar el malestar, las recomendaciones médicas se centran en reducir la presión articular y controlar la inflamación antes de dormir. El uso estratégico de almohadas para alinear las piernas, la aplicación combinada de calor y frío, así como la consulta médica para el uso adecuado de analgésicos o geles tópicos, pueden marcar una diferencia. Además, mantener actividad física de bajo impacto durante el día, como nadar o andar en bicicleta, contribuye a mejorar la movilidad y disminuir el dolor nocturno.
Dormir sin dolor no es un privilegio, sino un componente esencial del bienestar. Un diagnóstico oportuno y hábitos adecuados pueden ayudar a recuperar noches de descanso continuo y reparador.







