
En el Centro Histórico de CDMX, el Cristo Negro conocido como Señor del Veneno guarda una leyenda sobre un intento de envenenamiento que se volvió milagro
En el corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México, una figura única ha despertado fe, misterio y una leyenda que trasciende generaciones. El Señor del Veneno, un Cristo de piel oscura, se encuentra en el templo Porta Coeli y su historia envuelve un supuesto intento de asesinato fallido que terminó en milagro.
Este Cristo negro, contrario a su tonalidad actual, originalmente tenía un color claro. Según la tradición oral, un hombre resentido con la Iglesia quiso acabar con la vida del sacerdote que veneraba la imagen, untándole veneno en los pies para que éste lo besara durante sus oraciones. Sin embargo, la figura “absorbió” el tóxico, salvando al clérigo y oscureciendo su piel poco a poco hasta volverse completamente negra. Este evento, visto como un acto milagroso, ha convertido al Señor del Veneno en un símbolo de protección y resistencia al mal.
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Ubicada en la calle República de El Salvador, la iglesia Porta Coeli data del siglo XVIII y resguarda esta imagen que, más que una escultura, es un refugio espiritual para miles de fieles. La celebración en su honor tiene lugar el 3 de mayo, en el Día de la Santa Cruz, y atrae a devotos que buscan consuelo y milagros, especialmente en situaciones difíciles.
Aunque existen explicaciones más racionales para el oscurecimiento, como la oxidación o el efecto del humo de veladoras, muchos creyentes interpretan que el color negro es la manifestación visible de que Cristo cargó con el veneno del mal para proteger a su pueblo.
La leyenda narra que, tras el intento de envenenamiento, el hombre que buscaba hacer daño presenció el milagro y terminó entregándose a la justicia, recibiendo el perdón divino. Para los fieles, el Señor del Veneno es un Cristo que escucha sin juzgar y que representa la capacidad de absorber el sufrimiento ajeno para salvar a otros.
Esta historia es un ejemplo de cómo en México se mezclan tradición, fe y símbolos que enriquecen la identidad cultural y espiritual. El Señor del Veneno permanece como un testimonio silencioso de protección en medio del caos urbano, recordándonos que, incluso en tiempos modernos, las leyendas y la fe siguen vigentes.