
Es un tema que toqué hace unos años y hoy cobra relevancia nuevamente, aumentado por los hechos fácticos, como se diría en derecho, que diariamente ponen en evidencia el acelerado, inútil e incontenible ritmo en los que estamos inmersos, queramos o no, en este colectivo social que nos lleva hacia un estrés complicado.
Las noticias de corte negativo, del medio que provengan, siguen avasallando a los receptores, sólo aquellas de línea optimista, generalmente vinculadas al chisme banal sobre artistas y que luego se encargan de desmentir, nos llegan por diversas vías. Parecería que solamente las noticias funestas o apocalípticas, inclusive las llamadas fake news venden o captan mayor atención.
Hace un par de semanas, un amigo me sugería: “si quieres reducir tu estrés, no veas, ni oigas ni leas ninguna noticia en un par de semanas”, sensata recomendación, pero inviable, me dije. Sería prácticamente imposible vivir alejado de la realidad que transitamos a diario, solamente que nos encapsulemos, con todo y familia, mandando un mensaje al mundo que no estamos dispuestos a compartir noticia alguna, ni de las malas ni de las buenas, -que también las hay, pero que nunca son head line-, creo que no va por ahí.
Aquí cabría la pregunta pertinente, por lo actual, para formularle a la mal llamada inteligencia artificial, que según la recomendación del brillante Noam Chomsky: “Debemos dejar de llamarla así, para situarla en lo que es, un -software de plagio-. Bueno, a ella hay que preguntarle, hacia dónde queremos llegar con estas velocidades atroces, que ayudan al humano, pero que ni siquiera nos sirven para detener o evitar un terremoto, una brutal inundación o un incendio devastador; vencer el cáncer en millones de niños que lo sufren y acabará por quitarles su corta vida, o producir millones de nuevos empleos en lugar de sustituirlos.
A pesar de los ataques virales renovados que sufrimos los humanos, despreciando el valor a la naturaleza, a la moral y buenas costumbres en desuso y que al fin de cuentas es la vida misma; a la violencia que no cesa en nuestro México y en todo el mundo, de funcionarios corruptos que rompieron la sagrada promesa de servir al país y a la gente que más los necesita, de aquellos que imponen una carrera inútil para llegar a tener más cosas materiales, que matarán sin remedio el tiempo; a las injusticias repetidas que vemos a cada paso y a la que ya dijimos basta hasta el hartazgo sin ver cambio alguno.
Vivir en paz con uno mismo, haciendo el trabajo que nos gusta, preparándonos, innovando y creando siempre para refrescar nuestras mentes, fertilizar los sentimientos con la familia, amar a los amigos y ayudar, mucho más que con palabras, al que verdaderamente lo necesita, salir a la calle y platicar con la gente, oír y después proponer y contemporizar, no sólo criticar desde la comodidad y con ‘aire acondicionado’ instalado en sus vidas.
A partir de estas premisas, superaremos el estrés cotidiano o por lo menos habremos cumplido con nosotros mismos -desde adentro-, ganando en tranquilidad, con claridad de pensamiento, rumbos más firmes a la vista, sentimientos y propósitos definidos.
Después de este desfogue emocional y retomando la calma, los invito que analicemos un poco más a fondo en qué consiste este mal, acentuado por la vida moderna.
¿Fenómeno físico o psicológico?
Según los especialistas del tema que he leído, consultado y compartido; el miedo, la ansiedad y los pensamientos negativos son síntomas constantes en la problemática del estrés, induciendo a su vez un estado recurrente de preocupación y falta de concentración. Estos hechos provocan síntomas físicos como palpitaciones, tensión muscular, cefaleas, dificultad para respirar y alteraciones conductuales.
En consecuencia, el fenómeno es tan físico como psíquico porque afecta tanto a la mente como al cuerpo y no permite un normal desenvolvimiento de la persona en ningún ámbito que se desempeñe y además lo lleva a aislarse socialmente, provocándole trastornos en la vida laboral, social y familiar.
Múltiples factores generadores de este mal en el trabajo cotidiano.
Entre otras causas, pueden ser detonantes para el estrés: Malas condiciones físicas en el trabajo; -sillas incómodas, herramientas en mal estado, impureza del aire, mala luminosidad, ruido excesivo e instalaciones inadecuadas-, también influyen las conexiones efectivas en cuanto a la utilización, cada vez más socorrida, de las juntas esporádicas o trabajo continuo por Zoom, la duración y los horarios de las tareas, como los trabajos nocturnos o turnos rotativos. Asimismo, la sobrecarga de labores, o tareas excesivamente rutinarias, aumentan el estrés, también grandes exigencias de habilidades y destrezas, producto éstas de la alta competitividad en que se vive hoy.
Estas situaciones causan inseguridad laboral y disminuyen el tiempo del empleado para su familia, amistades y pasatiempos. La naturaleza de las tareas y los roles a desempeñar son otros causantes de estrés, ya sea las expectativas incumplidas, la poca transparencia en la comunicación, o un exceso de responsabilidad, por el contrario, también perjudica la falta de autonomía y participación en las decisiones. En la mujer se añaden, -aunque parezca mentira hoy-, factores de discriminación. Una mala dirección, aislamiento social o carencia de apoyo de un jefe desconsiderado, la falta de reconocimiento o la presión de los propios compañeros, como llevar al ámbito del trabajo problemas familiares, también son motivos estresantes.
Los estilos de gestión de una empresa, como el miedo a lo desconocido, quizás provocado por cambios en el terreno tecnológico, son factores que contribuyen al estrés personal.
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Optimizar el ambiente laboral
Se puede actuar sobre diferentes ejes. Uno es la cultura corporativa, donde se debe priorizar un comportamiento ético y responsable, respetar y valorar a los empleados, establecer un sistema de confianza mutua y adoptar formas de trabajo innovadoras. Otro eje estaría centrado en la satisfacción laboral, con una adecuada estructuración del tiempo y las tareas, dándole importancia a la carrera profesional y fomentando una identificación con el trabajo, como así también promoviendo el contacto social entre los empleados.
Lo toral del clima laboral es primordial, el cual requiere autonomía en los puestos de trabajo y un adecuado plan de recompensas, como así también brindar apoyo al personal y hacerlos participar en las decisiones, acompañado de un sistema positivo de evaluación.
Otro tema esencial es la motivación laboral, influida por los salarios y las condiciones de trabajo, el desarrollo y reconocimiento profesional, un proyecto empresarial sólido y la conciliación entre la vida profesional y la personal. Finalmente, en nuestro tema, la buena comunicación aumenta la productividad, disminuye la tensión y los rumores, reduciendo el ausentismo y la rotación.
También es importante saber escuchar y mostrar interés en las quejas de los empleados, sin tomar distancia de los mensajes negativos, lo que ayuda a evitar conflictos.
Existe también el estrés laboral crónico que se da en los profesionales del sector servicio por la atención continuada a una población problemática, porque hay una cultura de la queja, una sensibilidad por reclamar y exigir los derechos propios, pero no hay una educación de cómo hacer uso de esos derechos, lo que significa una tensión adicional para el profesional.
Un empleado de informática no es cuestionado por su computadora, ni los planos cuestionan el trabajo de un ingeniero. Pero las personas que trabajan en atención al cliente, que antes tenían un prestigio vinculado a sus conocimientos y formación, constantemente son cuestionadas por ese público mejor informado que acosa, lo que se traduce en una permanente tensión laboral.
Todo esto también incide en el ámbito familiar y desestructura la vida de las personas en general, ocasionándole otros perjuicios.
INFOBAJA José A. Ciccone