
La historia de Robert Prevost, ahora Papa León XIV, refleja una vida marcada por su cercanía con las comunidades peruanas y su compromiso social y pastoral
El reciente nombramiento de Robert Francis Prevost como Papa León XIV ha captado la atención del mundo católico, no sólo por su origen estadounidense, sino por el profundo lazo que lo une a Perú, país donde forjó gran parte de su trayectoria sacerdotal. Este vínculo no es menor: allí construyó su vocación, consolidó su formación y, eventualmente, adquirió la nacionalidad peruana, dejando una huella imborrable en las comunidades que acompañó.
Una misión que comenzó en Chulucanas
Prevost llegó a Perú en 1985 como misionero agustino, enviado a la Prelatura Territorial de Chulucanas, en la región de Piura, al norte del país. Sus primeras tareas lo colocaron cerca de la gente: trabajó como canciller de la prelatura y vicario parroquial en la catedral, donde rápidamente ganó reconocimiento por su cercanía con los fieles, especialmente entre los sectores más vulnerables.
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Aunque regresó temporalmente a Estados Unidos, volvió a suelo peruano en 1988, esta vez para liderar el seminario agustiniano en Trujillo. Durante más de diez años, se volcó a la formación de futuros sacerdotes, enseñando Derecho Canónico en el Seminario Mayor “San Carlos y San Marcelo” y desempeñándose como vicario judicial en la arquidiócesis. Esa experiencia moldeó su visión pastoral, centrada en la formación de líderes con vocación de servicio y compromiso social.
Al frente de Chiclayo: luces y sombras
El Papa Francisco lo designó en noviembre de 2014 como administrador apostólico de la diócesis de Chiclayo, y posteriormente como obispo titular de Sufar. En diciembre de ese mismo año, durante la festividad de Nuestra Señora de Guadalupe, Prevost fue consagrado obispo. Chiclayo, ubicada a unos 750 kilómetros de Lima, se convirtió en el centro de su misión episcopal, donde impulsó vocaciones y fortaleció las estructuras pastorales.
En 2015, dio un paso significativo al convertirse en ciudadano peruano, formalizando un vínculo que ya era profundo. Durante su década al frente de la diócesis, se destacó por su defensa de la justicia social, el impulso a proyectos comunitarios y la promoción de una Iglesia más cercana a las necesidades de los fieles.
Sin embargo, su gestión no estuvo exenta de controversias. Surgieron acusaciones relacionadas con la atención a denuncias de abuso sexual en la diócesis. Tres mujeres señalaron presuntas irregularidades en el seguimiento de sus casos. La diócesis aseguró haber cumplido los protocolos establecidos por el derecho canónico, aunque algunas organizaciones civiles y medios de comunicación expresaron dudas sobre la transparencia del proceso.
El caso fue objeto de investigación por las autoridades civiles, pero finalmente fue archivado debido a la falta de pruebas y la prescripción de los hechos. Cabe destacar que el propio Prevost alentó a las denunciantes a acudir a instancias civiles para formalizar sus reclamos.
Influencia peruana en el nuevo pontificado
La experiencia de Prevost en tierras peruanas ha sido fundamental para definir su enfoque pastoral, que ahora lo acompaña como líder de la Iglesia católica. Su elección como Papa León XIV es interpretada por expertos como una continuidad del legado de Francisco, con un marcado acento en la sinodalidad, la inclusión y el acompañamiento a las periferias.
El Papa León XIV no dejó pasar la oportunidad de expresar ese espíritu en su primer discurso tras ser elegido: “Queridos hermanos y hermanas, este es el primer saludo de Cristo resucitado y buen pastor, que ha dado la vida por el rebaño de Dios. También yo quisiera que este saludo de paz llegue hasta sus corazones, en su alcance a sus familias, a todas las personas, donde quiera que se encuentren, a todos los pueblos, a toda la tierra. La paz esté con ustedes”.
Y agregó: “Incondicionalmente, todavía conservamos en nuestros oídos esa voz débil, pero siempre valiente, del Papa Francisco, que bendecía a Roma, el Papa que bendecía a Roma, daba también su bendición al mundo, al mundo entero, esa mañana del día de Pascua”.
Un Papa con raíces latinoamericanas
La elección de un Papa que no sólo conoció América Latina, sino que fue moldeado por ella, representa para muchos fieles la esperanza de que la Iglesia siga comprometida con las problemáticas sociales de la región. León XIV, con una historia tejida entre Norteamérica y Perú, llega al papado con una sensibilidad particular hacia las necesidades de los pueblos en las periferias.
“Vamos a buscar juntos cómo ser una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes de diálogo, siempre abierta a recibir, como esta plaza, con los brazos abiertos a todos”, expresó el pontífice, subrayando el camino que desea recorrer.
La comunidad peruana, por su parte, ha recibido con orgullo la noticia, considerando a León XIV como uno de los suyos. Su historia es, para muchos, la prueba de que las fronteras se desdibujan cuando la vocación de servicio está en el centro del llamado.