
En 1911, la Mona Lisa desapareció del Louvre en un robo que sacudió al mundo del arte y llevó a Picasso y Apollinaire a ser investigados por la policía
El 21 de agosto de 1911, París despertó con una noticia que estremecería al mundo del arte: la Mona Lisa había desaparecido del Louvre sin dejar rastro. Aunque hoy es el cuadro más famoso del mundo, en aquel entonces era solo una pintura más en la vasta colección del museo. Este robo marcó un antes y un después en la historia del arte y la seguridad de los museos, y terminó convirtiendo a la obra de Leonardo da Vinci en un ícono cultural.
El responsable del hurto fue Vincenzo Peruggia, un carpintero italiano que había trabajado en el Louvre y conocía sus pasillos y rutinas. Disfrazado con una bata blanca similar a la del personal del museo, desmontó la pintura con sorprendente facilidad y la ocultó bajo su ropa antes de abandonar el edificio. Incluso subió a un autobús con el cuadro entre sus pertenencias, sin que nadie sospechara nada.
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El robo pasó desapercibido por más de un día y, cuando se descubrió, los periódicos de todo el mundo lo bautizaron como “el robo del siglo”. La presión pública obligó al Louvre a cerrar durante una semana mientras las autoridades francesas buscaban al culpable. La investigación tomó un giro inesperado al involucrar a personalidades como Guillaume Apollinaire y Pablo Picasso, figuras centrales de la vanguardia artística parisina de la época.
Apollinaire fue arrestado luego de intentar deshacerse de unas estatuillas robadas años antes del Louvre por Joseph Géry Pieret, un conocido suyo. Estas piezas habían terminado en manos de Picasso, quien las había usado como referencia para su pintura “Las señoritas de Aviñón”. Al ser interrogado, Apollinaire mencionó a Picasso, quien tuvo que declarar ante la policía. Según relataría después, Picasso temblaba de miedo y negó conocer a su amigo poeta, un acto que dañó su relación de forma irreparable. Finalmente, ambos fueron liberados sin cargos.
La resolución del caso llegó dos años después, en diciembre de 1913, cuando Peruggia fue arrestado en Florencia mientras intentaba vender la pintura. Alegó que su motivación fue patriótica, creyendo erróneamente que la Mona Lisa había sido saqueada por Napoleón y que debía regresar a Italia. Fue condenado a poco más de un año de prisión, pero solo cumplió siete meses.
Mientras la pintura estuvo desaparecida, multitudes acudían al Louvre para contemplar el espacio vacío en la pared. Cuando finalmente regresó a París, la Mona Lisa no solo volvió como una obra de arte, sino como un símbolo global, generando filas interminables de visitantes. Como escribió la autora R.A. Scotti: “salió del Louvre como una pintura y regresó como un ícono”.
Hoy, más de un siglo después, la Mona Lisa continúa atrayendo a miles de personas cada día, recordando cómo un modesto carpintero y una seguridad deficiente convirtieron un cuadro del Renacimiento en la obra más famosa del mundo, mientras el caso dejó una huella imborrable en la historia del arte y en las vidas de figuras como Picasso y Apollinaire.