
A un día de cumplir 93 años, Elena Poniatowska reflexiona sobre el amor, la fe, la escritura y su nueva pasión: la pintura, que ahora practica sin miedo
A punto de celebrar su cumpleaños número 93, la escritora y periodista Elena Poniatowska Amor comparte una mirada íntima sobre su vida, sus afectos más profundos y sus certezas, que aunque escasas, se sostienen en el amor, la ciencia y una espiritualidad que ha evolucionado con los años.
La autora de La noche de Tlatelolco destaca que el amor es su única certeza absoluta: “Mis certezas son que amo a mis hijos, a mis amigos, a las personas que me han acompañado a lo largo de mi vida y sigo amando a mis muertos; a veces platico con Guillermo”, confiesa desde su casa en Chimalistac, en referencia a su compañero, el astrónomo Guillermo Haro.
La también Premio Cervantes 2013 encuentra en la palabra “amor” un principio de vida que trasciende su apellido materno. Y en la ciencia, reconoce la huella de Haro, pero también el valor del conocimiento y la salud.
De niña, dice, fue profundamente religiosa. Enseñó catecismo y formó parte de la Iglesia francesa. Aunque su fe ha cambiado, sostiene una creencia en un principio creador: “Supongo que hay un Dios, pero es muy difícil tener una certeza absoluta”.
En cuanto a su estado físico, lo resume con ironía: “Me siento bien, sólo lamento la pérdida de mi ojo izquierdo, para un escritor es triste. Pero oigo bien, me funcionan todas las tripas y el corazón, sobre todo el lado izquierdo, y no he perdido el coco”, señala entre risas.
Te puede interesar: Elena Poniatowska lamenta la reducción de presupuesto en el sector cultura
Consciente de la cercanía de la muerte, la afronta con serenidad. “Creo que no le tengo miedo; pero, a la mera hora, no sé qué voy a hacer. Sé que hay varias cosas que ya no puedo hacer, como cumplir 15 años; pero todavía me puedo enamorar”, afirma con picardía.
Desde hace tres años ha incorporado la pintura a su vida. Cada sábado, junto a una amiga, toma clases con un maestro y acumula más de 15 obras. Varias de ellas recrean momentos de su infancia en Francia junto a su hermana Kitzia y su madre, Paula Amor. En uno de los cuadros, describe: “Estas somos Kitzia, mi hermana que acaba de morir, y yo, cuando éramos niñas, cruzando en bicicleta un trigal en Francia”.
Con emoción, recuerda también otro óleo donde aparecen guiadas por su madre hacia el cielo, con los volcanes del Valle de México al fondo, y uno más dedicado al observatorio astronómico de Haro.
De Paula Amor, su madre, también ha escrito con frecuencia. “Ahora trato de escribir otro libro. Pero con la edad pierdes fuerza. Necesitas el triple del tiempo de lo que te tomaba antes. Cuando eres joven hay cierto grado de inconsciencia, terminas más rápido tus libros. Pero a lo largo de los años te vuelves más crítica”.
Sobre el periodismo, asegura que nunca se ha arrepentido de entrevistar a alguien. “Me sentí siempre agradecida. Porque yo era una güerita que hacía preguntas sorprendentes, que provenían de mi total ignorancia. Sí me preparaba y tenía la ventaja de hablar francés, inglés y español. Pero me lancé como el Popotas o el Borras. Con inconsciencia”.
Al final de la conversación, resume su entrega a la escritura con un refrán que, según ella, ilustra su vocación: “Cuando esta víbora pica, no hay remedio en la botica. El periodismo y la escritura son así, te pican y ya no los dejas. Se vuelven tu vida”.
Elena Poniatowska celebrará sus 93 años rodeada de sus hijos y sus recuerdos, en una casa que también es memoria, taller y refugio de palabras y pinceles.