La modelo, que había pedido asilo en EE UU a cambio de infomación sobre la trama rusa, ha sido condenada en Tailandia por ofrecer cursos de ‘entrenamiento sexual’
Anastasia Vashukévich modelo bielorrusa había tenido contacto con gobierno de Estados Unidos para intercambiar información sobre Rusia, esto con el fin de que se le otorgara asilo en el país americano. Sin embargo hace casi un año se encuentra presa en una cárcel tailandesa, acusada por ofrecer servicios sexuales.
Este martes, la joven se ha declarado finalmente culpable de organizar cursos de “entrenamiento sexual” en un hotel de Pattaya. El hecho de haber reconocido su culpa ha logrado reducir su condena a la mitad y le permitirá salir de prisión.
Sin embargo la modelo va más allá de solo ser una “entrenadora sexual”, está vinculada a poderosos oligarcas para los que se trabajó como acompañante de lujo (o escort, como ella contaba), afirmó tener pruebas sobre la injerencia rusa en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016 para ayudar al magnate republicano Donald Trump. Desde su celda tailandesa de Pattaya, Vashukévich había ofrecido al departamento de Estados Unidos los supuestos detalles a cambio de asilo.
Para desagracia de la joven a nadie le ha interesado su oferta de desvelar los datos del “Rusiagate”. La modelo será deportada a su país de origen y tanto sus abogados como ella, temen por su vida al regresar.
El protagonista principal de ese material es, supuestamente, Oleg Derikpaska, el magnate ruso del aluminio muy cercano a Kremlin y que también estuvo relacionado laboralmente con Paul Manafort, el exjefe de campaña de Trump.
La joven, que durante años frecuentó a miembros de la élite rusa, nunca ha aclarado si el material que pretendía usar para lograr el asilo fue grabado esos mismos tres días, y muchos creen que realmente no existe y que es solo una maniobra publicitaria de la bielorrusa. Tanto Moscú como Washington han negado siempre su existencia.
Vashukévic fue detenida junto al ruso autodenominado ‘gurú del sexo’ Alexander Kirillov y otras seis personas en un hotel de la ciudad costera de Pattaya. Allí estaban impartiendo una clase de relaciones sexuales, completamente vestidos, cuando la policía tailandesa irrumpió en la sala. Kirillov y Vashukévic han afirmado durante meses que su detención fue ilegal y que se trató de una maniobra para que las informaciones que atesoraban no salieran a la luz.
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