
Estudiantes de Harvard describen un clima de tensión y temor por las medidas federales impulsadas por Donald Trump, que afectan visas, fondos y libertades académicas
Aunque la cotidianidad en el campus de Harvard parece mantenerse inalterada, el ambiente está marcado por la incertidumbre y el temor. La prestigiosa universidad, símbolo de excelencia académica en Estados Unidos, vive uno de sus momentos más desafiantes desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, quien ha dirigido sus ataques hacia instituciones educativas que, según él, “toleran el antisemitismo” y promueven políticas de diversidad que no comparte.
La situación se recrudeció esta semana cuando Linda McMahon, secretaria de Educación, anunció la suspensión de las subvenciones federales a Harvard, una decisión que profundiza la crisis en la institución. La respuesta de Harvard no se hizo esperar: la universidad presentó una demanda contra la administración federal, una movida calificada como audaz por la comunidad académica.
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“No se trata de arrancarle la cabellera a Harvard. Se trata de una guerra relámpago y de sacar las armas más grandes que tengas”, declaró a la AFP Sheila Jasanoff, profesora en la Harvard Kennedy School. Y añadió: “Esencialmente, no ha habido ningún freno al apetito de esta administración”.
Medidas que agudizan el conflicto
Las tensiones no se limitan al aspecto financiero. La administración Trump también ha dirigido su ofensiva hacia la comunidad internacional de Harvard. Entre las acciones más controvertidas figuran la detención para deportación de estudiantes y académicos extranjeros que participaron en protestas en 2024 contra la guerra en Gaza, la revocación de cientos de visas y la amenaza de retirar la exención fiscal a la universidad.
Aunque la justicia logró detener las deportaciones, la alarma persiste entre los estudiantes internacionales. Feodora Douplitzky-Lunati, estudiante de posgrado, describe un ambiente de creciente desconfianza: “Ahora hay mucha más cautela”, afirma, haciendo referencia al temor constante a redadas migratorias como las vistas en Columbia y Tufts.
En un tono provocador, Trump celebró estas medidas en su plataforma Truth Social, escribiendo: “¡Es lo que se merecen!”. La situación más dramática ha sido la de Kseniia Petrova, investigadora que permanece detenida desde febrero tras perder su visado durante un viaje académico.
Golpes financieros y reacciones internas
La estrategia gubernamental incluyó la revisión de unos 9 mil millones de dólares en fondos federales. De ese monto, se congelaron 2 mil 200 millones en subvenciones y 60 millones en contratos, lo que obligó a la universidad a implementar medidas drásticas: contrataciones congeladas, suspensión de proyectos de investigación y la cancelación de diversos programas.
“El personal se reducirá”, advirtió un académico afectado por los recortes, preocupado por las consecuencias en áreas sensibles como la investigación sobre VIH y tuberculosis.
El presidente de Harvard, Alan Garber, explicó que los fondos privados de la universidad, que en 2024 sumaron alrededor de 53 mil 200 millones de dólares, no pueden utilizarse para cubrir los recortes debido a restricciones legales. Garber calificó la situación como una “batalla prolongada y existencial”, según relatos de varios estudiantes.
Una comunidad dividida
En paralelo, Harvard ha hecho algunas concesiones: anunció el cambio de nombre de su departamento de Diversidad, Equidad e Inclusión, y decidió dejar de financiar ceremonias de graduación para estudiantes de grupos minoritarios, decisiones interpretadas por algunos como un gesto de capitulación ante la presión federal.
“Creo que está relacionado con las exigencias de Trump”, señaló Alice Goyer, estudiante estadounidense, quien describió las medidas como “una especie de reverencia” al presidente.
Sin embargo, no todos optan por la prudencia. Leo Gerden, estudiante sueco de economía y políticas públicas, continúa participando en protestas contra las políticas del gobierno. “La gente está asustada y yo la entiendo”, dijo Gerden, subrayando que la estrategia de las autoridades es “dar ejemplo con unas pocas personas (…) para asustar a todos los demás y hacerlos callar”. El joven de 22 años manifestó su esperanza de que, como en la época de la guerra de Vietnam, la resistencia estudiantil se amplifique.
Con un 27% de su alumnado compuesto por estudiantes internacionales, Harvard enfrenta un futuro incierto mientras se mantiene en pie de lucha frente a lo que muchos consideran un ataque frontal a los valores fundamentales de la educación superior en Estados Unidos.