
El fenómeno fue visible en varias prefecturas y pudo tratarse de un fragmento de asteroide; no se han hallado restos.
La noche del 19 de agosto, una intensa bola de fuego cruzó el cielo del oeste de Japón, iluminando la oscuridad durante algunos segundos y sorprendiendo a miles de personas. El fenómeno, registrado cerca de las 23:08 horas en distintas prefecturas, fue captado por cámaras de seguridad y tableros de vehículos, volviéndose rápidamente viral en redes sociales.
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En Kagoshima, testigos relataron cómo el resplandor recortó la silueta del volcán Sakurajima, mientras que otros aseguraron haber escuchado un estruendo minutos después, posiblemente asociado a una onda sónica.
Posible origen del fenómeno
De acuerdo con los primeros análisis, se trataría de un objeto de origen espacial que ingresó a la atmósfera terrestre. El astrónomo Hitoshi Yamaoka, del Observatorio Astronómico Nacional de Japón, explicó que el cuerpo podría haber tenido un tamaño de hasta 10 metros en el espacio, con posibilidades de que fragmentos alcanzaran la superficie como meteoritos.
Otros especialistas consideraron más probable que los restos terminaran en el mar, al sur de Kyushu, lo que dificultaría su recuperación.
Comparación con eventos pasados
Por su brillantez, algunos investigadores hicieron referencia al evento de Cheliábinsk (Rusia, 2013), cuando un bólido de hasta 20 metros explotó en la atmósfera liberando una gran cantidad de energía. Aunque el caso japonés fue menos intenso, la comparación sirve como punto de referencia para dimensionar la magnitud de este tipo de sucesos.
Investigación en curso
Redes de observación y autoridades locales recopilan videos y testimonios para calcular la trayectoria, velocidad y posible zona de impacto. Aunque aún no se han hallado restos, los astrónomos subrayan que cada registro es valioso para mejorar los modelos de riesgo y la detección temprana de objetos cercanos a la Tierra.
El fenómeno ocurrió pocos días después del pico de la lluvia de meteoros de las Perseidas, aunque expertos advierten que los bólidos de gran tamaño suelen estar vinculados a fragmentos de asteroides y no necesariamente a corrientes meteóricas estacionales.
Con información de Excelsior