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Juguemos ajedrez para fomentar el diálogo, la solidaridad y la cultura de la paz

En el caso de los niños, el ajedrez promueve el pensamiento lógico y también infunde autoconfianza, y el reconocimiento de patrones y reglas

El 12 de diciembre de 2019, la Asamblea General proclamó el 20 de julio como el Día Mundial del Ajedrez para conmemorar la fecha de la fundación de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) en París en 1924.

Por iniciativa de la FIDE, el 20 de julio ha sido observado como el Día Internacional del Ajedrez por los ajedrecistas de todo el mundo desde 1966.

La designación del Día Mundial del Ajedrez no sólo reconocerá el importante papel de la FIDE en el apoyo a la cooperación internacional para la actividad ajedrecística y el objetivo de mejorar la convivencia respetuosa entre todos los pueblos del mundo, sino que también brindará un importante soporte para fomentar el diálogo, la solidaridad y la cultura de la paz.

Y es que, a lo largo de la historia, los juegos y los deportes han ayudado a la humanidad a sobrevivir en tiempos de crisis al reducir las ansiedades y mejorar la salud mental.

Si bien el brote de coronavirus ha obligado a la mayoría de las actividades deportivas y de juego a reducirse, el ajedrez ha demostrado una notable resistencia, adaptabilidad y un poder de convocatoria muy fuerte en tiempos de pandemia.

En los últimos meses se ha duplicado el interés general en el ajedrez, con más jugadores que nunca para participar en eventos de ajedrez a través de plataformas en línea.

Los deportes, las artes y la actividad física tienen el poder de cambiar las percepciones, los prejuicios y los comportamientos, así como de inspirar a las personas, derribar las barreras raciales y políticas, luchar contra la discriminación y distender los conflictos.  

Además contribuyen a la promoción de la educación, el desarrollo sostenible, la paz, la cooperación, la solidaridad, la inclusión social y la salud a nivel local, regional e internacional.

El ajedrez es uno de los juegos más antiguos, tiene un carácter intelectual y cultural, y combina elementos del deporte, el razonamiento científico y el arte. Cualquier persona, en cualquier lugar, puede jugar ya que trasciende las barreras del idioma, la edad, el género, la capacidad física o la situación social.

Es un juego de alcance mundial que promueve la equidad, la inclusión y el respeto mutuo, y en ese respecto puede contribuir a la creación de un entorno de tolerancia y comprensión entre los pueblos y las naciones. Aumenta la memoria, la concentración, la creatividad y la lógica e incluso hay indicios de que ayuda a prevenir el alzheimer.

El ajedrez nos brinda la oportunidad de llevar a cabo la implementación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible 9 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, entre otras cosas mediante el fortalecimiento de la educación, la promoción de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y las niñas, y el fomento de la inclusión, la tolerancia y el entendimiento y el respeto mutuos.

El ajedrez es un juego de estrategia en el que se enfrentan dos jugadores, cada uno de los cuales tiene 16 piezas de valores diversos que pueden mover, siguiendo ciertas reglas, sobre un tablero dividido en cuadrados blancos y negros. El objetivo final del juego consiste en “derrocar al rey” del oponente. Hoy en día, se han identificado más de 2 mil variantes del juego.

Hay una teoría que mantiene que el temprano predecesor del ajedrez fue un juego similar conocido como Chaturanga que se originó al norte del subcontinente indio durante el período Gupta (~319 – 543 d.C.).

La palabra “chaturanga” se traduce como “cuatro divisiones militares”, refiriéndose bien a las cuatro piezas del juego: la caballería e infantería, los elefantes y los carros de guerra (piezas que en el juego moderno se convirtieron en el peón, el caballo, el alfil y la torre), o al hecho de que en el juego participaban cuatro jugadores.

Chatrang, y más tarde Shatranj, fue el nombre que se le dio al juego cuando llegó a la Persia sasánida. La primera referencia proviene de un manuscrito persa que data de alrededor del 600 d.C. donde se narra como un embajador del Indostán obsequia con el juego al rey Khosrow I (531 – 579 d.C.). Desde allí se extendió a lo largo de la Ruta de la Seda hacia el oeste de Persia y a otras regiones, incluyendo la península arábiga y Bizancio.

En el 900 d.C., al-Suli y al-Lajlaj, maestros del ajedrez de la dinastía abásida, escribieron acerca de las técnicas y la estrategia del juego. Para el año 1000 d.C., el ajedrez se había popularizado por todo Europa, y había llegado a Rusia a través de la estepa euroasiática.

En un manuscrito de Alfonso X, conocido como el Libro de los Juegos — una colección medieval de textos acerca de tres juegos populares del siglo XIII d.C. — se hace una descripción del ajedrez muy similar al Shatranj persa en cuanto a las reglas y dinámica de juego.

En el caso de los niños, puede sacar a la luz habilidades que no hayan sido desarrolladas por los medios educativos tradicionales: promueve el pensamiento lógico y también infunde autoconfianza, así como autoestima y mejora las habilidades de comunicación comprensión y el reconocimiento de patrones y reglas.

Igualmente, enseña los valores del trabajo duro, la concentración, la objetividad y el compromiso.

IPR

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