
Mucho antes de adornar la Navidad, la nochebuena fue una planta ritual y doméstica en Mesoamérica, con usos alimentarios y curativos que aún sorprenden
Mucho antes de convertirse en uno de los emblemas visuales de la temporada decembrina, la nochebuena ya ocupaba un lugar significativo en la vida cotidiana de las sociedades mesoamericanas. Originaria de regiones cálidas y húmedas del actual territorio mexicano, esta planta era apreciada no sólo por su valor ornamental, sino también por sus posibles propiedades alimenticias y medicinales.
Diversos registros históricos y científicos coinciden en que, durante el periodo prehispánico, la nochebuena fue utilizada como adorno en las viviendas y, en algunos casos, incorporada a platillos y prácticas curativas. Entre los usos documentados se encuentra su aplicación como galactógeno, es decir, como una sustancia que se creía favorecía la producción de leche materna tras el parto.
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“Esta planta es netamente mesoamericana, en particular en lo que llamamos la región neotropical; es decir, la región del eje Neovolcánico del centro de México hacia el sur y lo que son las costas del Pacífico y del Atlántico de México. De hecho, está documentado que las poblaciones prehispánicas la usaban en sus casas como adorno”, explicó Eduardo Corona Martínez, investigador del Centro INAH Morelos.
El nombre original de la nochebuena en lengua náhuatl, cuetlaxóchitl, fue registrado en el siglo XVI por Francisco Hernández, uno de los primeros naturalistas que documentaron sistemáticamente la flora de la Nueva España. Estas referencias también aparecen en crónicas fundamentales como el Códice Florentino, de fray Bernardino de Sahagún, lo que confirma su presencia y relevancia cultural antes de la llegada de los europeos.
Con el paso del tiempo, la distribución natural de la planta se modificó de manera significativa. A partir del siglo XIX, exploradores y viajeros comenzaron a llevar ejemplares fuera de México. Fue entonces cuando la nochebuena inició su transformación simbólica. “Esta flor comenzó a asociarse con la Navidad después de 1830, luego de ser enviada a un jardín en Filadelfia y de empezar a reproducirse en viveros de Estados Unidos. Fue entonces cuando se encontró la forma de hacerla masiva y, supongo, empezó a asociarse con la idea y el color rojo de Papá Noel, hasta que poco a poco se asoció al tema navideño”.
Aunque la producción comercial modificó algunas de sus características, la planta mantiene una notable continuidad con sus formas antiguas. “Se ha mantenido, porque si tú ves la lámina que está en Pittsburgh y observamos las fotografías de las plantas actuales, no encontrarás gran diferencia. Lo que pasó fue que, con la producción masiva y su comercialización, la nochebuena cuenta con algunas variantes, por ejemplo, hojas o brácteas (hojas de color rojo) más delgadas y de otros tonos”, señaló Corona.
Hoy en día, la nochebuena se produce de manera intensiva principalmente fuera de México, aunque su comercialización nacional sigue siendo relevante. Cada año se venden alrededor de 20 millones de plantas en entidades como Morelos, Michoacán, Ciudad de México, Puebla y Jalisco. Pese a su origen mexicano, la mayoría de las más de 40 variedades comerciales disponibles en el mercado son importadas, un contraste que refleja el largo recorrido histórico y cultural de esta flor emblemática.







