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La pareja de Elideth la asesinó, después se lo confesó a su suegro y huyó

El padre de Elideth relató cómo tardaron tres meses en girar la orden de aprehensión del presunto asesino de su hija y que cuando le dieron información para encontrarlo, él tuvo que hacer las pesquisas.

Gerardo recibió una llamada de su hija Elideth, pero ella no contestaba. “¡Bueno! ¡Bueno!”, decía con insistencia, pero no le respondía. Él creyó que tal vez la joven de 29 años había entrado al túnel de alguna interestación del Metro de la Ciudad de México y la señal había fallado. Aquel 22 de junio de 2020, cerca de las 08:00 horas, intentó contactarla al menos tres veces pero el resultado fue el mismo. Sin embargo, 40 minutos después al teléfono del señor entró una llamada de un número desconocido y del otro lado de la línea había un hombre, quien con la voz alterada, le dijo que la había matado.

Aquella persona era Omar, pareja de la joven, quien avisó que la mujer estaba drogada y muerta. Gerardo, impactado de escuchar eso, le devolvió la llamada a su yerno, pero éste ya no contestó. De inmediato, el papá subió al carro con su hermano y se dirigieron desde la colonia C.T.M., cerca del Metro Indios Verdes al municipio de Netzahualcóyotl, en el Estado de México, donde vivía Elideth y Omar, quienes se conocieron en la secundaria, eran pareja desde hace casi 10 años y habían procreado un hijo. 

Al circular sobre Periférico vieron una patrulla a la que le cerraron el paso para pedirle a los policías si podían ir a la dirección donde estaba la casa de su esposa, quien vivía a cuatro cuadras de la casa de Elideth y cerciorarse de lo que Omar le había dicho por teléfono. 

En entrevista, el señor Gerardo recuerda que cuando él llegó ahí estaba aquella patrulla afuera del departamento de su hija y al ingresar vio a Elideth tendida en la cama y muerta.

Tras ello acudió a la Fiscalía Especializada de Feminicidioscorrespondiente a levantar la denuncia en la que acusó directamente a Omar Santos Loera de haber matado a Elideth Ríos Cabrera. Al iniciarse las investigaciones, el caso fue asignado a Edgar Estrella, un policía de investigación mexiquense, no obstante, el mandato judicial para detener al principal sospechoso se giró tres meses después de los hechos, porque le dijeron que “no había elementos suficientes”. 

“Les dije que él (Omar) me habló y dijo que había matado a mi hija. Al otro día fui a la fiscalía para firmar unas hojas para que me entregaran el cuerpo de mi hija, me lo dieron y todo, pero la orden de aprehensión no salía. Yo pensé que desde el primer día la habían emitido. Me fui, estuve en la casa, llegó el cuerpo de mi hija y estuve en el velorio; ya eran tres días y la orden no salía; tardó tres meses en salir la orden”.

En el proceso por hacer justicia para su hija, Gerardo fue asesorado por varios abogados asignados por la fiscalía, pero a decir de él, ninguno le daba respuesta del caso ni el apoyo legal adecuado. Al quinto día de la muerte de Elideth, un sobrino le dijo que una mujer lo estaba buscando porque tenía información del posible paradero de Omar. 

Aquella mujer, quien no dio su nombre, tenía conocimiento de lo que pasó y era hermana de un hombre que le había dado un balazo en la pierna izquierda a Omar tiempo atrás tras una riña. La mujer le dijo que el presunto feminicida se encontraba en una casa en Iztapalapa, a unos cuatro kilómetros de donde vivía Elideth y ahí podría ser detenido. 

El papá decidió buscar por cuenta propia la supuesta casa en la colonia Ejército Constitucionalista II, donde Omar había sido visto drogándose cerca de la Capilla de San Pancho. Después de conocer dicha información, Gerardo regresó con el comandante Edgar Estrella para comentarle lo que sabía, pero éste le dijo que fuera a Iztapalapa a levantar la denuncia en esa alcaldía y el policía nunca quiso ir con él porque era competencia de las autoridades capitalinas. 

Desesperado y al no recibir apoyo, el papá de la joven acudió al Zócalo de la Ciudad de México donde había un plantón de familiares de personas desaparecidas y víctimas de feminicidio. Ahí colocó una manta con la foto de su hija y una mujer llamada Mar Cruz, al escuchar su caso, lo ayudó a ponerse en contacto con Irma Millán, fiscal especializada en feminicidios de la Fiscalía General del Estado de México, quien lo apoyó para que la orden de aprehensión contra Omar se girara.

Asimismo, conoció a otro abogado que le presentaron en el plantón con quien acudió al penal de Barrientos, en el municipio de Tlalnepantla, para confirmar que la orden de captura fue librada, pero de nueva cuenta el agente de la fiscalía del Estado de México se negó a ir tras Omar porque donde el sospechoso estaba era jurisdicción de la Ciudad de México.

Fue entonces que el señor Gerardo optó por buscar de nuevo al sospechoso aunque, dice, ello implica un riesgo; “me la voy jugando, lo sé, pero a mí no me interesa, lo juro”, afirma. Posteriormente supo de otra casa en Iztapalapa donde podría encontrarlo, dio parte a las autoridades y finalmente se liberó la orden de colaboración entre las fiscalías mexiquense y de la capital para ir tras el sospechoso.

Se sabe que Omar Santos Loera cuenta con antecedentes penales ya que fue encarcelado en 2011 en el reclusorio Oriente por robo, pero condenado por un doble homicidio en Iztapalapa; no obstante, en aquella ocasión ingresó como Erick Hernández Camacho y no con su verdadero nombre. Fue condenado a 122 años de prisión, pero el 6 de octubre de ese año escapó. Además, en los hechos de los que se le acusó también habría participado su hermano Ricardo, contra quien se libró la orden de aprehensión, pero que nunca se cumplimentó. Sin embargo, la actual orden para capturar a Omar Santos continúa como Erick Hernández Camacho, nombre de un amigo de Elideth.

“A él (Omar) lo agarraron supuestamente por una riña, lo agarraron y llegó al reclusorio por robo. Cuando entró al reclusorio dio el nombre de Erick Hernández Camacho, amigo de mi hija (…) de Omar no hay datos en el registro y por eso no salía la orden contra él. Cuando él llega al reclusorio, ahí estaba su primo-hermano encarcelado por homicidio, pero el que mató fue Omar. Cuando lo vio su primo, lo señaló y dijo que él cometió el crimen. Omar fue conocido como El ninja de Iztapalapa porque mató a dos y mandó a cuatro al hospital al atacarlos con una espada, entonces ya no se le vincula por robo y se da el proceso por homicidio”, comentó el papá de la joven. 

Posteriormente, los obstáculos para detener a Omar crecieron. En una ocasión, el señor Gerardo llamó a un comandante cercano a la investigación como parte del seguimiento a la pesquisa y éste le dio “excusas estúpidas e infantiles”. Recuerda que el funcionario le dijo que esperara, que ya los iban a agarrar pues “no tarda en cometer una falta de tránsito o que lo agarren meando (en vía pública), lo vamos a agarrar”. 

Tras ser sentenciado a 122 años de cárcel, el señor Gerardo cuenta que ese mismo día Omar se escapó de la cárcel, ya que “él ya tenía la fuga planeada”, hechos que supo por su propia hija, quien le confesó todo ello antes de ser asesinada.

“Mi hija me lo dijo, mi hija era muy apegada a mí. Ella todos los fines de semana estaba conmigo. Me dijo que iba a dejar a Omar ‘porque no trabajaba, no hacía nada’ y él le pidió tiempo. Nada más lo operaban otra vez de la pierna (por su herida de bala) y lo iba a dejar; mi hija le pagó tres operaciones. Omar le dijo que se iba a ir la otra semana; sí se fue, pero la mató”. 

Omar, dice el papá de Elideth, es una persona muy fácil de identificar porque “cojea de la pierna izquierda por un balazo que le metieron, usa muleta, está muy marcado porque hace mucho ejercicio y tiene tatuada en la espalda una Santa Muerte”.

Actualmente, la Fiscalía General de Justicia del Estado de México ofrece una recompensa de 300 mil pesos a quien proporcione información que dé con su paradero, pero la ficha de ésta salió aún con el nombre de Erick Hernández Camacho.

Y aunque hace casi ocho meses, cuenta el papá, se supo que Omar fue detenido unos días en El Bordo, en Netzahualcóyotl, por posesión de droga, no se hizo nada para aprehenderlo y procesarlo por feminicidio, pues quedó en libertad de nuevo ya que un amigo pagó para que saliera. 

Elideth Ríos Cabrera era una joven con mucho ánimo por ganarse su dinero, se encontraba estudiando derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y le faltaba año y medio para que terminar, pero conoció a Omar y dejó la escuela para juntarse con él. Trabajaba desde hace cuatro años como recepcionista en el restaurante La Mansión, ubicado en Insurgentes Sur 778, colonia Del Valle, alcaldía Benito Juárez; aunque a veces mesereaba para obtener propinas y llevar más dinero a casa, en donde le esperaba su hijo a quien le prometió que llevaría al parque de diversiones Disneylandia.

A un año de la muerte de la joven, el señor Gerardo confiesa que “la rabia nunca se le va a quitar y Omar destruyó la vida de la familia” y no descansará hasta encontrar al asesino de Elideth, pero entre lágrimas, confiesa que si tuviera de frente a Omar, su idea no es matarlo “porque hacerlo es una bendición para ese cabrón”.

“Yo le digo a Dios, dame vida hasta agarrar a este carbón. Ya lo que me pase a mí ya no importa, lo siento por mi nieto, pero él está bien. Si se muere Omar o me muero yo pues esto ya pasó”, dice intentando no llorar.

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