
En Las propiedades de la sed, Marianne Wiggins teje una historia épica donde amor, memoria y heridas históricas se cruzan en un árido valle de California.
En el corazón árido del valle de Owens, donde el agua se vuelve tesoro y las ausencias pesan más que la tierra seca, Marianne Wiggins sitúa su monumental novela Las propiedades de la sed. Publicada en español por Libros del Asteroide en 2024, esta obra de más de seiscientas páginas es al mismo tiempo fresco histórico, drama íntimo y declaración de amor a un paisaje devastado.
El protagonista, Rocky Rhodes, libra una batalla desigual contra el Departamento de Aguas de Los Ángeles, decidido a drenar el subsuelo que alimenta su rancho y, con él, la memoria de su familia. Allí crió a sus gemelos, Sunny y Stryker, y allí llora aún la ausencia de su esposa. Pero la guerra mundial altera los destinos: el gobierno ordena levantar en la zona un campo de internamiento para ciudadanos de origen japonés. El joven director de ese campo, llegado desde Chicago, encuentra en los Rhodes no solo vecinos, sino espejos incómodos de lo que se pierde y lo que se preserva.
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Wiggins escribe con una intensidad que desborda lo meramente narrativo. Su libro no es solo una crónica de la injusticia del internamiento masivo de japoneses en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial; es también una meditación sobre las fisuras del sueño americano, sobre la sed —literal y metafórica— que reseca tanto la tierra como el espíritu humano.
La gestación de la obra carga un valor adicional: la autora sufrió un grave derrame cerebral en 2016 cuando apenas le faltaban unos capítulos. Fue su hija, la fotógrafa Lara Porzak, quien la ayudó a culminar este proyecto, convirtiéndolo en un acto doble de resistencia y de amor filial. El resultado, lejos de desentonar, consagra a Wiggins como una de las voces más sólidas de la narrativa norteamericana contemporánea.
Reconocida anteriormente con obras como Evidence of Things Unseen —finalista del Pulitzer—, Wiggins alcanza aquí una madurez literaria que combina la vastedad de la gran novela americana con la intimidad de las tragedias domésticas.
Las propiedades de la sed no solo revive un episodio sombrío de la historia estadounidense, sino que celebra la capacidad de los lazos humanos para sobrevivir a la pérdida, al despojo y al paso devastador del tiempo. Una invitación a sumergirse en una narración poderosa, llamada a perdurar como clásico, y que recuerda al lector que la verdadera sed es la de justicia, de memoria y de amor.