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Madre… ¿solo hay una?

Sin importar el tipo de madre que hayamos tenido, todos creceremos con traumas y frustraciones y ya de uno depende quedarse con ellos o trabajarlos y sanar

Para bien o para mal todos tenemos madre, de lo contrario no estaríamos circulando por el planeta Tierra y muchas veces hemos escuchado que “madre solo hay una”.

Sin embargo, dicha expresión no es del todo cierta, y no me refiero a que si la madre biológica o por adopción, sino al tipo de crianza de la que fuimos objeto y de la que en buena medida, depende nuestra relación para con ella en la etapa adulta.

Sí, me estoy refiriendo a esa figura que en la cultura latina tiene gran importancia en la formación de las personas, y en el caso de la idiosincrasia mexicana, se le venera como a pocas, considerando una mentada de madre como una de las mayores ofensas.

Está desde la madre afectuosa, la madre sana, la sobreprotectora, la posesiva y manipuladora, la desobligada o la competitiva. Esa que nos cuidó bien o mal, que con palabras y ejemplo nos enseñó mil cosas, la que nos quiso de una manera sana o “a su manera”.

Pero ojo, aquí no se trata de expiar culpas y quemarlas en leña verde, pues en muchos de los casos, estoy convencido de que hicieron lo que pudieron o lo que su propia historia les permitió hacer, pues nadie está preparado para ser madre o padre, porque ante todo, debemos tener claro que son personas con virtudes y defectos, con su propio bagaje emocional.

Y sí, parte de ser hijo es crecer con traumas y frustraciones que, ya de uno depende quedarse con ellas de por vida o trabajarlas y darles la vuelta para tener un desarrollo óptimo.

¿A ustedes qué tipo de madre les tocó, qué tipo de madre son o han sido? Aunque existen muchas variantes como personalidades, revisemos algunas de las más recurrentes.

Sana.

Es la que irradia salud física y emocional, además de bienestar. Que respeta el espacio personal de sus hijos, asume el papel de guía y formadora de un ser humano y respeta su individualidad.

Con un proyecto de vida propio, entiende que la felicidad está en ella misma y no a través de sus hijos o su pareja, que no se olvidó de ser persona cuando se convirtió en madre, por lo que no busca ni demanda la realización de vida en sus vástagos.

Controladora.

Son aquellas que creyendo que para asegurar el bienestar de sus amados hijos, caen en la trampa de controlarlo todo, llegando al grado de la sobreprotección y toxicidad, solucionando toda dificultad que se les pudiera presentar, al grado de anticiparse a las propias decisiones de los hijos; muchas veces, generando futuros adultos capaces de tomar decisiones por sí solos. Este tipo de mamás, además de cansar a quienes están a su alrededor, suelen estar agotadas,

Absorbente y posesiva.

Tóxica como la anterior, pero con la diferencia de que más que controlar y resolverle las cosas al hijo, tiene más una necesidad de tener el control sobre cada paso que éste da, sobre lo que piensa o siente, la que no le da su propio espacio ni respeta su espacio vital y lo ahoga.

Impone una disciplina castrante sobre todas las áreas de la vida de sus hijos, segura de que ninguno se le rebelará.

Proyección de sombra.

En el abanico de madres tóxicas, es la que está convencida de que sus hijos deben realizar su “yo ideal”, eso que ellas nunca pudieron ser, tratando de paliar todas sus frustraciones a través de ellos, llegando a saturarlos de actividades extraescolares que a lo mejor a los hijos no les agradan en lo más mínimo, pero ellas siempre quisieron realizarse. O también desde muy pequeños los “entrenan” por su parte en actividades que no son propias de su edad, para presumir los increíbles avances que tienen, comparados con otros niños de su edad.

Perfeccionista y exigente.

Pueden pasar por una madre sana que ve las virtudes de sus hijos, mostrándose orgullosa de ellos. El problema es cuando tratan de llevarlas al máximo, llegando a la sobreexigencia, yendo más allá de enseñanza de sacar lo mejor de uno mismo y superar las dificultades que se presentan, llegando a trastocar el equilibrio físico, mental y emocional, en aras de la perfección.

Esa búsqueda de impecabilidad crea una curva infinita de insatisfacciones al momento de alcanzar nuevos logros, generando frustración.

Amiga y cómplice.

¿Cuántas veces hemos escuchado la expresión de que su mamá es su mejor amiga? el detalle con esta clase de madre es que, intenta ocupar un papel en la vida de sus hijos que no le corresponde, el de amiga.

Es muy importante entender que nuestros hijos no necesitan una amiga o amigo, sino una madre o un padre que los guíe y oriente, no otro compañero para irse de parranda o le sirva de alcahuete, perdiéndose la jerarquía en la relación.

Víctima y chantajista.

Muy de la mano con las controladoras y posesivas, suele tejer una red de chantajes emocionales, valiéndose de las debilidades de los hijos para atraparlos y que nunca la dejen.

Siendo una variante de abuso emocional, en esta dinámica dañina en la que se asume el rol víctima, también entra la hipocondríaca que cuando ya se curó de una enfermedad, le da otra. Aquí también entra la que siempre pide que le llames a donde sea que vayas, porque “ya sabes cómo se pone” si no le informas de cada movimiento que ejecutes.

Permisiva.

Ser una madre amorosa no debe confundirse con las aguas de la mala crianza o con la ausencia de límites que genere pequeños moustros y futuros adultos incapaces de adaptarse a la vida social.

Sí, es a la que los hijos se le tiran al piso en pleno centro comercial y le hacen un berrinche monumental para salirse con la suya.

Y es que, muchos padres y madres conceder todo a los hijos, con tal de evitar roces, cuando aprender a decir que no y dejar en claro que así como hay derechos, se tienen obligaciones, es parte de demostrarles cuánto los amamos porque deben entender y aprender que en la vida no todo es como uno desearía, y hay que aprender a lidiar con la frustración.

Así, aunque no hay una fórmula mágica para ser la madre o padre modelo o perfecto, e invariablemente se cometerán errores, es preferible hacer conciencia y tratar de tener una relación lo más sana posible en la dinámica familiar.

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