
Las manchas amarillas en las almohadas podrían ser señal de acumulación de microorganismos dañinos para la salud respiratoria si no se eliminan adecuadamente
Aunque parezcan inofensivas, las manchas amarillas que aparecen con el tiempo en las almohadas podrían ser más que una simple señal de uso. Detrás de esa coloración pueden esconderse bacterias, hongos, ácaros del polvo y otros agentes que comprometen la higiene del lugar donde descansas.
Estas manchas, que no desaparecen con solo cambiar la funda, suelen generarse por una combinación de factores comunes durante el sueño. La transpiración nocturna, la saliva y la falta de ventilación provocan que el interior de la almohada se humedezca. Esta humedad, sumada al calor corporal, se convierte en un ambiente ideal para la proliferación de microorganismos.
Dormir sobre almohadas con este tipo de manchas puede tener efectos negativos en la salud. De acuerdo con un estudio difundido por la base académica Dialnet, este tipo de superficies albergan gran cantidad de bacterias y microorganismos. Entre ellos destacan los ácaros del polvo, señalados por la Mayo Clinic como causantes de diversas reacciones alérgicas, tales como estornudos frecuentes, congestión nasal, tos, ojos irritados, y en casos más graves, asma o brotes de eczema.
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La presencia de estas sustancias puede pasar desapercibida durante mucho tiempo, pero cuando se acumulan en exceso, generan síntomas molestos que afectan la calidad del sueño y la salud respiratoria.
¿Es posible rescatar una almohada manchada? En muchos casos sí. Aunque el deterioro sea evidente, un proceso de limpieza profunda puede devolverle su higiene. Un método efectivo incluye el remojo inicial en agua caliente con jabón suave, seguido de la aplicación de percarbonato de sodio —un blanqueador ecológico— directamente sobre las manchas. Luego, se recomienda un segundo baño en agua caliente, antes de lavar la almohada en máquina con un ciclo delicado. Para mejores resultados, añadir vinagre blanco puede ayudar a neutralizar olores y desinfectar. El secado debe realizarse completamente, preferentemente al sol o en secadora a baja temperatura, para evitar que la humedad interna favorezca el regreso de moho o bacterias.
No obstante, si después de aplicar este procedimiento la almohada conserva mal olor, permanece manchada o ha perdido su forma original, lo mejor es reemplazarla. Los expertos sugieren hacerlo cada uno o dos años, según el uso.
Aunque su aspecto pueda pasar desapercibido, una almohada en mal estado representa un riesgo real. La clave está en detectar los signos a tiempo, mantener una rutina de higiene y cambiarla con la frecuencia adecuada para evitar problemas mayores.