
Colocar calzado a bebés antes de que caminen puede afectar el desarrollo de sus pies, advierten especialistas en pediatría y ortopedia infantil
Aunque muchos padres consideran que poner zapatos a sus bebés es un gesto tierno o una forma de protegerlos, diversos especialistas en salud infantil advierten que esta práctica podría causar más daño que beneficio. La evidencia científica actual sugiere que el uso temprano de calzado en bebés que aún no caminan interfiere con el crecimiento natural del pie, comprometiendo su desarrollo musculoesquelético y sensorial.
Durante los primeros meses de vida, los pies de los bebés están formados principalmente por cartílago, un tejido blando que gradualmente se transforma en hueso a través de un proceso denominado osificación. Este desarrollo no concluye hasta los seis o siete años de edad. Aplicar presión innecesaria a estas estructuras en formación, mediante calzado rígido o estrecho, puede provocar alteraciones permanentes en la forma y función del pie.
Te recomendamos: Curiosa manera de cuidar a bebé
Una imagen médica que circuló recientemente en redes sociales muestra los pies de un bebé de 10 meses con zonas claramente cartilaginosas. Esta radiografía ha servido como herramienta visual para alertar sobre la fragilidad de estas estructuras, las cuales pueden deformarse ante estímulos mecánicos externos.
La American Academy of Pediatrics ha señalado que los bebés que aún no caminan no requieren zapatos. Únicamente en situaciones específicas, como climas fríos o superficies rugosas, es aceptable utilizar calcetines o botines suaves. “Lo mejor para sus pies es dejarlos moverse libremente”, indica la organización en su guía oficial.
Caminar descalzo no solo permite fortalecer los músculos y las articulaciones, también promueve el equilibrio y la coordinación. La exposición directa a distintas texturas estimula la propiocepción, es decir, la capacidad de percibir la posición del cuerpo en el espacio. Esta retroalimentación sensorial resulta clave para que los niños aprendan a caminar de forma autónoma y segura.
Estudios recientes advierten que el uso inadecuado de calzado puede derivar en problemas como pies planos rígidos, deformidades en los dedos o incluso desviaciones posturales. Uno de estos análisis, publicado por Foot and Ankle Surgery en 2021, confirma que la forma del calzado infantil está relacionada con trastornos estructurales en la adolescencia.
Organizaciones como la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria coinciden en que el calzado debe introducirse únicamente cuando el bebé camina de forma estable al aire libre. Incluso en ese momento, debe imitar la sensación de andar descalzo: suelas flexibles, materiales transpirables y ausencia de refuerzos duros.
Pese a las recomendaciones médicas, muchos padres continúan comprando calzado infantil influenciados por consejos familiares, tendencias estéticas o creencias arraigadas sobre la necesidad de “dar soporte” al pie. Esta presión cultural, sumada al diseño atractivo de los zapatos para bebé, dificulta la adopción de hábitos más saludables.
Los profesionales de la salud infantil recomiendan evitar el uso de calzado durante los primeros 12 a 18 meses, salvo en circunstancias que lo ameriten. En caso necesario, lo ideal es optar por botines sin suela o calcetines con agarre antideslizante. Una vez que el niño inicia la marcha, el zapato debe cumplir con ciertas condiciones: suela delgada y flexible, sin tacón, sin estructuras rígidas y con buen ajuste sin apretar.
Además, es fundamental vigilar la evolución de los pies del bebé. Si se observan anomalías al caminar, deformidades visibles o falta de simetría, lo recomendable es acudir a una evaluación con un podólogo infantil o pediatra especializado. Una intervención temprana puede prevenir futuros problemas ortopédicos.
En definitiva, más allá de su valor estético, los zapatos pueden convertirse en un obstáculo para el desarrollo natural del pie si se utilizan antes de tiempo o sin necesidad. La mejor manera de fomentar un crecimiento saludable es permitir que los pies del bebé se muevan y adapten al entorno de forma libre y natural.
A veces, el mejor regalo para tu hijo no es un par de zapatitos bonitos, sino la oportunidad de sentir el suelo bajo sus pies y desarrollar su cuerpo de manera autónoma. Andar descalzo, lejos de ser un riesgo, es una herramienta poderosa para su bienestar físico.