
La colocación de placas con descalificaciones contra Biden y Obama en la Casa Blanca reaviva la disputa sobre el uso político de espacios históricos
El presidente Donald Trump trasladó sus críticas públicas a un terreno simbólico al ordenar la instalación de placas con mensajes negativos contra los expresidentes Joe Biden y Barack Obama dentro de la Casa Blanca, una decisión que volvió a encender el debate sobre memoria institucional y confrontación partidista en Estados Unidos.
La medida se suma a acciones previas del mandatario republicano. En el recorrido hacia la Oficina Oval ya había dispuesto una galería de retratos de exmandatarios en la que la imagen de Biden fue sustituida por una máquina de firmar, el autopen, en concordancia con sus señalamientos sobre “el estado senil” de su antecesor.
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El miércoles, reporteros que transitaban por la galería donde se exhiben las biografías presidenciales detectaron nuevas placas con descripciones críticas bajo los retratos de Biden y Obama. En el caso del primer presidente afroamericano del país, el texto lo define como “una de las figuras políticas más polarizantes de la historia” y utiliza el nombre “Barack Hussein Obama”, una fórmula recurrente en Trump que ha sido asociada con la difusión de teorías conspirativas sobre el origen del exmandatario demócrata.
La placa dedicada a Biden contiene una de las frases más severas. En ella se lee: “El dormilón Joe Biden fue, de lejos, el peor presidente en la historia de Estados Unidos”. El texto también reitera la afirmación falsa de que las elecciones presidenciales de 2020 fueron robadas a Trump.
En contraste, la biografía del actual presidente presenta un tono elogioso. Se afirma que puso fin a ocho conflictos en ocho meses, una cifra calificada por especialistas como “imaginaria”, y se le atribuye el impulso de inversiones billonarias en el país, un dato que no ha podido ser verificado de manera independiente.
La introducción de mensajes políticos explícitos en áreas oficiales de la Casa Blanca se inserta en una discusión histórica sobre los límites entre el poder en turno y la preservación del carácter institucional del recinto. Historiadores de la presidencia subrayan que, tradicionalmente, la sede del Ejecutivo ha buscado proyectar continuidad y respeto entre administraciones, incluso después de periodos de alta polarización.
No obstante, en años recientes se ha intensificado la disputa por el relato del pasado. Museos, archivos nacionales y retratos oficiales se han convertido en escenarios de confrontación simbólica sobre la memoria presidencial, especialmente tras elecciones controvertidas y procesos judiciales vinculados al poder ejecutivo.
Analistas en política estadunidense advierten que este tipo de gestos trasciende lo estético. Señalan que refuerzan la polarización, activan a las bases partidistas y generan tensiones con sectores moderados e independientes, en una estrategia comunicativa que privilegia el conflicto permanente como herramienta política.







