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Porque no todo son cempasúchil y velas, conoce estas extrañas maneras de festejar Día de Muertos

Recordar a los seres queridos en Día de Muertos es una tradición milenaria que varía dependiendo la región de México y Latinoamérica

El Día de Muertos es una celebración especial que la mayoría de los países en Latinoamerica remembra, como una forma de perpetuar la memoria familiar y recordar con amor a los seres queridos que ya no se encuentran con nosotros.

Tradicionalmente se elabora un altar en honor a los familiares  ya fallecidos y se comparten algunos de los manjares que se le prepararon a nuestros fieles difuntos, sin que falte en la cena un pan de muerto con chocolate.

Sin embargo, esta celebración tiene algunas modificaciones a lo largo del continente y de toda la República Mexicana, la cual la convierte en una verdadera fiesta cultural.

En la región central de Guatemala, el Día de los Difuntos es una tradición de altura ya que además de colocar altares a los muertos en panteones y casas, los vivos elevan sus mensajes de paz hasta las nubes a través de la construcción de sus barriletes gigantes, brindando una muestra de arte y folclor única.

Al igual que en algunas regiones de México, el Día de los Muertos en Nicaragua se festeja en el cementerio y por la noche, sitio al que se da lugar la familia y amigos para dormir al lado de las tumbas de sus seres queridos cantando y platicando con ellos.

En Honduras, Costa Rica y Colombia los creyentes en esta tradición asisten a los cementerios para llevar romerías de amor, es decir, ofrendas en símbolo de agradecimiento a los favores concedidos por los santos quienes se creen siguen cuidando de sus familiares y les cumplen ciertas peticiones desde el más allá.

En estos países, el pueblo llega el 1 de noviembre a los cementerios con coronas y palmas para adornar las sepulturas y rendir homenaje a los que se fueron.

Ecuador  por su parte convierte el Día de Muertos en una verdadera fiesta donde las familias se reúnen alrededor de una comida tradicional: guaguas de pan (figuras de pan con forma de niños), acompañadas con la colada morada.

Algunas comunidades indígenas celebran aún un antiguo rito, el encuentro con el fiel difunto durante una comida sobre su tumba.

En México esta celebración varía de región en región, teniendo por base el altar familiar con viandas y objetos que eran del agrado del difunto, su fotografía, papel picado, flores de cempasúchil, un vaso con agua y veladoras.

Sin embargo, en San Juan Chamula, Chiapas, el día de todos los santos se denomina Kim Anima y es una tradición heredada por los mayas.

El pueblo llama a sus difuntos el 1 de noviembre y los despiden al día siguiente para que las almas puedan regresar al Katim Bak, o lugar de los huesos ardientes.

Para despedir a los difuntos, los familiares acuden al panteón acompañados de los denominados ‘mayordomos’, quienes están encargados de dar tres vueltas al cementerio portando una imagen de San Miguel Arcángel.

En esta región se tiene la creencia de que quienes no realicen el ritual correspondiente al ser querido, pueden provocar que éste se enoje y alguno de los miembros de la familia pueda enfermar de gravedad.


En Ocotepec, estado de Morelos, por su parte, la tradición señala que se debe levantar un altar a los difuntos que murieron en el transcurso del año, dichos altares son conocidos como “Ofrendas Nuevas”, cuya característica más emblemática es el hecho de que se recrea el cuerpo del difunto sobre el altar.

La representación del cuerpo se realiza con ropa y zapatos nuevos, en la cabeza se colocan las tradicionales calaveras de azúcar y alrededor del cuerpo se ponen los alimentos y bebidas favoritas del difunto.

Las “ofrendas nuevas” son reconocidas por tener un campo de flores que inicia en la banqueta y termina al pie del altar, los visitantes pueden pasar a visitar el altar y regularmente son recibidos con ponche, café y tamales, a cambio, los familiares piden respeto a la celebración, además pueden cooperar con una flor o una vela.


El Hanal Pixán o comida de las almas en maya, se celebra en varias partes de los estados de Campeche, Yucatán y Quintana Roo, la cual tiene un periodo de duración de un mes, es decir, del 15 de octubre al 15 de noviembre.

Una de las peculiaridades más características de esta celebración es que se protegen a los niños y se amarran a los perros. La creencia dicta que se debe colocar a los niños un listón de color negro o rojo en la muñeca derecha para que los espíritus no se los lleven, mientras que los perros son amarrados para que las almas tengan paso libre.

Si todas estas tradiciones parecieran extrañas, es en la región de Pomuch, Campeche, uno de los festejos más peculiares en todo nuestro país, ya que los pobladores de la comunidad deben esperar a que sus familiares cumplan tres años de haber fallecido, para posteriormente exhumar su cadáver y con paciencia y amor limpiarlo.

En algunas ocasiones, los familiares se han encontrado con que el cuerpo de su ser querido no ha alcanzado el nivel esquelético, por lo que retiran con cuidado los restos de piel y carne que queden, para poder guardar los restos en un osario o caja de madera que ellos mismos elaboran y exponer el contenido en diversos puntos del cementerio.

Algunos familiares se llevan a sus seres queridos a casa y los colocan como centro de las ofrendas a quienes lo vuelven a velar, pasando toda la noche con él; aunque mayormente después de limpiar los restos y devolverlos a su lugar, los deudos sólo comparten los alimentos con los difuntos.

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