
Marco Polo narra su viaje por un Oriente lleno de culturas, prodigios y leyendas, en un clásico que expande los horizontes del lector
En El libro de las maravillas del mundo, Marco Polo convierte la palabra en brújula y en navío. Dictado en 1298 a Rustichello de Pisa, su compañero de prisión en Génova, el relato mezcla la crónica de viajes con el eco del cantar de gestas, sumando batallas, intrigas y el desfile incesante de culturas y costumbres del imperio más vasto que conociera la humanidad: el dominio de los sucesores de Gengis Kan.
El joven veneciano, formado en las rutas comerciales por su padre y su tío, emprendió en el siglo XIII un periplo que pocos europeos podrían siquiera imaginar. Recorrió 24.000 kilómetros y atravesó territorios que sumaban más de 1.300.000 kilómetros cuadrados: desde Venecia hasta Sindaciú, pasando por Sumatra, bordeando mares desconocidos, internándose en las llanuras y ciudades de Oriente Medio y regresando finalmente a su punto de partida tras más de veinte años. Dieciséis de ellos los vivió en la corte del Gran Kan, observando de cerca la riqueza, el orden y la excentricidad de un mundo que para Occidente era apenas un rumor lejano.
Las páginas de esta obra —editada por Nórdica Libros en 2024 con más de 300 hojas de aventuras— desbordan imágenes que se graban en la memoria: palacios con cañerías por donde fluye vino o miel, ejércitos y ceremonias, mercados repletos de sedas y especias, ritos desconocidos y geografías que, en su tiempo, parecían rozar el límite mismo de la imaginación.
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Más que una simple bitácora, el libro es una ventana a la diversidad cultural de un mundo sin la uniformidad occidental moderna. Sus descripciones cautivan por igual a historiadores, geógrafos y arqueólogos, pero también a viajeros de sillón y lectores curiosos que buscan dejarse llevar por el asombro. Entre leyendas y realidades, Marco Polo logra algo que pocas obras han alcanzado: expandir el horizonte de quienes lo leen.
Abrir este libro es subir a la nave de la palabra y dejarse conducir hacia un Oriente que aún brilla en el imaginario como territorio de maravillas y misterios. La travesía espera.