
Este patrón psicológico describe a quienes, con una ligera ventaja económica, adoptan actitudes de desprecio y aislamiento social.
La figura de Doña Florinda, famosa por su papel en El Chavo del 8, ha trascendido la pantalla chica para convertirse en una representación simbólica de un patrón psicológico presente en ciertos sectores de la sociedad. A este fenómeno se le ha denominado “síndrome de Doña Florinda”.
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La reciente serie biográfica de Roberto Gómez Bolaños revivió el interés por los personajes de su universo televisivo, entre ellos Doña Florinda, cuya conducta altiva, clasista y distante ha sido analizada desde un enfoque sociológico.
¿En qué consiste este síndrome?
El término fue acuñado en 2012 por el sociólogo argentino Rafael Ton, quien lo desarrolló en su libro publicado en 2015. El llamado síndrome de Doña Florinda describe a personas que, pese a formar parte de la clase media trabajadora, muestran actitudes de superioridad hacia otros sectores que perciben como social o económicamente inferiores.
Según Ton, este comportamiento suele darse entre individuos que cuentan con “un poco más que los demás”, lo cual es suficiente para que se sientan distintos y adopten un tono despectivo, marcado por quejas constantes, aislamiento social y una tendencia al juicio.
“No es gente poderosa, pero ese pequeño margen les basta para construir una sensación de estatus que alimenta su ego”, explicó en entrevista con el pódcast Hudson… Tenemos un problema.
Este fenómeno es común en entornos urbanos, donde las diferencias dentro de la misma clase social pueden ser sutiles pero muy significativas en términos de percepción.
Parentesco con el síndrome de Hubris
El síndrome de Doña Florinda tiene puntos en común con el llamado síndrome de Hubris, un concepto desarrollado por el político británico David Owen y el psiquiatra Jonathan Davidson para describir a líderes que caen en una arrogancia excesiva.
Entre las características del síndrome de Hubris destacan:
- Autoconfianza desmedida
- Desprecio hacia las opiniones ajenas
- Conductas impulsivas
- Búsqueda de admiración constante
- Poca empatía
- Aislamiento emocional
Ambos síndromes comparten una raíz emocional: una inseguridad no resuelta que se compensa con actitudes de superioridad.
¿De dónde nace este comportamiento?
Los especialistas apuntan a diversos factores que podrían alimentar esta postura:
- Decepciones no resueltas, como traumas o frustraciones acumuladas
- Expectativas incumplidas sobre el éxito, la pareja o la vida en general
- Inseguridad personal, que lleva a proyectar críticas hacia otros
- Falta de habilidades emocionales, especialmente para gestionar el enojo o la tristeza
- Entornos poco satisfactorios, como empleos o relaciones frustrantes
¿Cómo salir de este patrón?
Rafael Ton propone combatir este tipo de actitudes con un enfoque basado en la empatía y el autoconocimiento. Estas son algunas estrategias sugeridas:
- Practicar la gratitud: enfocarse en lo que se tiene y no en lo que falta
- Ejercitar la empatía: tratar de entender las emociones y circunstancias de los demás
- Fomentar la autocompasión: reconocer las propias limitaciones sin caer en la autocrítica destructiva
Identificar estos patrones es el primer paso para transformarlos. Así como el personaje de Doña Florinda ha sido retratado con humor, su versión real en la sociedad puede tener consecuencias más profundas si no se cuestiona.
Con información de Excelsior