
La halterista abrió la puerta a una generación de atletas mujeres que desde Sídney 2000 han marcado la historia deportiva de México.
Un 18 de septiembre de 2000, en Sídney, Soraya Jiménez Mendívil hizo historia al convertirse en la primera mexicana en conquistar una medalla de oro olímpica. A sus 23 años, la halterista se impuso en la categoría de 58 kilogramos con un total de 222.5 kilos levantados, cifra que superó a la norcoreana Ri Song Hui y a la tailandesa Suta Khassaraporn. Aquella hazaña no solo le dio un lugar eterno en el deporte nacional, sino que marcó un antes y un después para el olimpismo femenil en México.
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Antes de su victoria, los logros femeninos eran escasos: la plata de María del Pilar Roldán en esgrima y el bronce de María Teresa Ramírez en natación, ambos en México 1968, eran los únicos referentes. Con Soraya, el panorama cambió radicalmente.
Su triunfo en Sídney abrió un nuevo capítulo en la halterofilia mexicana, disciplina en la que después llegaron preseas como los bronces de Damaris Aguirre (Beijing 2008), Luz Acosta (Londres 2012) y Aremi Fuentes (Tokio 2021).
Pero el legado de Soraya trascendió la tarima de pesas: desde entonces, 19 mujeres mexicanas han subido al podio olímpico, acumulando un total de 19 medallas (1 oro, 7 platas y 11 bronces) en disciplinas que van desde el taekwondo y los clavados hasta el tiro con arco, el judo, el ciclismo y la marcha atlética.
Entre las figuras que siguieron su camino destaca María del Rosario Espinoza, única atleta mexicana con tres preseas olímpicas (oro, plata y bronce), además de clavadistas como Paola Espinosa y Alejandra Orozco, y la arquera Alejandra Valencia, todas multimedallistas.
El impacto de Soraya Jiménez también se refleja en la evolución de la representación femenina. En París 2024, por primera vez en la historia, México envió más mujeres (63) que hombres (46) a unos Juegos Olímpicos. Desde Sídney, ellas han conquistado más medallas que los varones: 19 frente a 14.
Aunque Soraya falleció en 2013, su nombre sigue siendo sinónimo de inspiración. Aquella tarde en Sídney no solo levantó 222.5 kilos: levantó también un movimiento que abrió espacios, rompió barreras y cambió el rumbo del deporte mexicano.
Con información de Excelsior