
El caso Epstein sacude a Donald Trump mientras su base republicana exige las promesas de revelar archivos, en medio de tensiones sobre su relación con el financiero
La figura de Jeffrey Epstein regresa al centro del debate político estadounidense y esta vez alcanza al expresidente Donald Trump, quien enfrenta crecientes exigencias de su propia base para aclarar su relación con el fallecido financiero y cumplir sus promesas de desclasificar archivos relacionados con el caso. Tras años de promover teorías que vinculaban a figuras demócratas con Epstein, algunos sectores conservadores ahora señalan a Trump, demandando explicaciones y resultados concretos.
Trump compartió en el pasado momentos sociales con Epstein, con quien coincidía en eventos de la alta sociedad de Nueva York y Palm Beach. En 2002, Trump comentó sobre Epstein: “He conocido a Jeff por 15 años. Un tipo fantástico”. También declaró: “Incluso se dice que le gustan las mujeres hermosas tanto como a mí, y muchas de ellas están del lado más joven”. Estas frases resuenan con fuerza a la luz de las acusaciones por explotación sexual de menores que rodearon a Epstein, aunque en ese momento no generaron controversia.
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Tras el arresto de Epstein en 2019, Trump se distanció y aseguró que no mantenía relación cercana con él, indicando que había tenido un desencuentro con Epstein y que llevaba años sin hablarle, llegando a afirmar que “no era su fan”. Posteriormente, sorprendió al declarar sobre Ghislaine Maxwell: “Solo le deseo lo mejor, francamente”, frase que generó críticas por mostrarse condescendiente hacia alguien acusada de delitos graves.
El fallecimiento de Epstein en prisión, oficialmente calificado como suicidio, alimentó teorías de conspiración que Trump compartió al insinuar que figuras como Bill Clinton podrían estar implicadas, impulsando con ello la expectativa de que revelaría documentos secretos relacionados con Epstein. Durante su campaña de 2024, Trump reiteró su promesa de exponer archivos sobre el caso y mantener informada a la ciudadanía, captando la atención de seguidores de movimientos conspirativos como QAnon.
Sin embargo, tras retornar a la presidencia, la administración de Trump, a través de la fiscal general Pam Bondi, informó que no existía una “lista de clientes” secreta de Epstein ni pruebas de un complot detrás de su muerte. La confirmación de que no había documentos explosivos generó decepción entre seguidores que esperaban revelaciones de alto impacto. Ante este descontento, Trump calificó las exigencias de su base como “tontería” y “engaño”, escribiendo: “La nueva estafa (de los demócratas) se llama ahora ‘el Engaño de Jeffrey Epstein’ y mis antiguos seguidores han caído en esta ‘tontería’ por completo”.
Trump pidió a sus seguidores dejar de insistir en el caso Epstein, describiéndolo como un asunto “sórdido pero aburrido” y culpando a los medios de perpetuar el tema. Sin embargo, este intento de minimizar la controversia ha tenido un efecto inverso, incentivando nuevas discusiones en redes sociales y medios de comunicación.
La situación se complica con la presión de figuras republicanas que demandan transparencia, como el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, quien señaló que la información sobre Epstein debería ser publicada para que el público la evalúe. Encuestas recientes indican que 7 de cada 10 estadounidenses creen que el gobierno de Trump oculta datos sobre el caso, mientras que su manejo del tema recibe una aprobación de apenas 17 por ciento entre la población general.
El caso Epstein refleja las tensiones internas en el partido republicano y pone a prueba el control de Trump sobre su base, justo cuando enfrenta otros temas divisivos como la política migratoria, la relación con Irán y el conflicto en Ucrania. El escándalo ha expuesto las contradicciones de Trump, quien de alimentar teorías conspirativas ha pasado a descalificar a quienes las sostienen, poniendo en evidencia un giro que erosiona su liderazgo entre sus seguidores más radicales.