
Donald Trump y Mark Carney se reunieron en Washington en un ambiente amistoso, aunque sin acuerdos concretos para aliviar los aranceles que afectan a Canadá.
El encuentro entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el primer ministro canadiense, Mark Carney, se llevó a cabo este martes en la Casa Blanca, en medio de sonrisas, elogios y un tono diplomático que no logró ocultar la falta de resultados tangibles. A pesar del ambiente cordial, no hubo avances concretos respecto a los aranceles estadounidenses que siguen afectando a productos clave de la economía canadiense.
Trump calificó a Carney como un “gran líder” y aseguró ante los medios que las conversaciones comerciales han tenido “grandes avances”, aunque reconoció que las diferencias persisten. “Creo que se irán muy contentos”, expresó el mandatario republicano en el Salón Oval, sentado junto al primer ministro.
Para Trump, las tensiones económicas entre ambas naciones son parte de la competencia normal entre países con mercados similares. “No hay nada de malo en eso (…) Pienso que hemos hecho muchos avances en los últimos meses”, señaló. Por su parte, Carney manifestó su confianza en alcanzar un “buen acuerdo” con su principal socio comercial, pese a las presiones políticas internas para mostrar resultados.
Durante el encuentro, el presidente estadounidense volvió a recurrir al humor, aludiendo en tono de broma a una “fusión” con Canadá, haciendo eco de sus comentarios anteriores sobre convertir al país vecino en el “51º estado” de la Unión Americana. La escena provocó sonrisas, pero no disipó la preocupación por los efectos de la guerra arancelaria impulsada por Washington, que ha afectado a sectores como el acero, el aluminio, la madera y los automóviles.
El lunes previo a la reunión, Trump anunció la imposición de un arancel del 25 por ciento a los camiones de carga a partir del 1 de noviembre, una medida que amplía la tensión bilateral. Canadá, por su parte, busca aliviar el impacto económico de estas restricciones, que contribuyeron a una caída del 1.5 por ciento en su PIB durante el segundo trimestre del año.
Mark Carney, de 60 años, enfrenta uno de los mayores desafíos de su mandato. Antiguo gobernador del Banco de Inglaterra y del Banco de Canadá, llegó a la política prometiendo estabilidad frente a las medidas proteccionistas de Estados Unidos. Sin embargo, la oposición lo acusa de ceder demasiado ante Trump.
“Si regresa con excusas, promesas rotas y sesiones de fotos, habrá fallado a nuestros trabajadores, a nuestros negocios y a nuestro país”, criticó el líder opositor Pierre Poilievre en una carta pública.
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A finales de junio, Carney retiró un conjunto de impuestos digitales aplicados a las grandes tecnológicas estadounidenses tras recibir presiones directas desde Washington. También eliminó aranceles establecidos por el gobierno anterior, buscando distender el diálogo, aunque sin obtener concesiones equivalentes.
Pese a que gran parte de las exportaciones canadienses están protegidas por el T-MEC —tratado que también incluye a México—, Trump insiste en revisar las condiciones del acuerdo durante su próxima renegociación. Canadá depende en gran medida de su relación con el mercado estadounidense: alrededor del 75 por ciento de sus exportaciones cruzan la frontera sur.
Para el politólogo Daniel Béland, de la Universidad McGill de Montreal, Carney no tiene margen de error. “Mark Carney no tiene alternativa, tiene que volver de Washington con avances”, afirmó, señalando que los temas críticos siguen siendo el acero y el aluminio.
Aunque la cita en la Casa Blanca proyectó cortesía y diplomacia, la falta de resultados concretos dejó en evidencia que las diferencias comerciales entre ambos países continúan sin resolverse. Por ahora, el gesto más comentado del encuentro fue la broma de Trump sobre una improbable “fusión” entre Canadá y Estados Unidos, una ironía que reflejó el contraste entre el tono amistoso y la rigidez de las negociaciones.