
La situación ha reavivado la polémica y ha dividido la opinión pública en plataformas digitales.
Valentina Gilabert, la modelo que fue víctima de un ataque con arma blanca en febrero pasado, reapareció en redes sociales con un video en el que denunció estar recibiendo nuevas amenazas y acoso por parte de Marianne Gonzaga, la influencer señalada como su agresora.
En su mensaje, Gilabert aseguró que días antes de ser atacada recibió un mensaje intimidante que decía: “vas a amanecer en una bolsa y sin vida”. Esta declaración se suma a su testimonio sobre otras formas de hostigamiento, como la publicación de imágenes de su domicilio en redes sociales. Poco después, Marianne Gonzaga respondió con un nuevo video, en el que ofreció su versión de los hechos y negó haber intentado minimizar lo ocurrido.
Valentina pidió que su proceso deje de ser tratado como una historia de interés mediático o entretenimiento digital. “Para mí, esto no es contenido. Es mi vida. Mi recuperación. Mi seguridad”, expresó en el video, donde también mostró capturas de pantalla de presuntos mensajes amenazantes que habría recibido por parte de Gonzaga, lo que generó una ola de reacciones en redes sociales.
La modelo enfatizó que espera que su agresora cumpla con las restricciones impuestas por las autoridades, incluyendo la prohibición de hacer cualquier tipo de comentario público sobre ella. “Espero que respete lo que ya se le impuso. No puede hablar de mí bajo ninguna circunstancia”, señaló con firmeza. Asimismo, anunció que reducirá su actividad en redes sociales para enfocarse en su bienestar personal.
En el ámbito legal, se prevé que las autoridades verifiquen si se están respetando las medidas cautelares dictadas contra Gonzaga, además de analizar si podrían derivarse nuevas responsabilidades legales a partir de las amenazas previas y los contenidos que han sido difundidos posteriormente al ataque.
Los hechos ocurrieron el 5 de febrero de 2025 en un departamento ubicado al sur de la Ciudad de México. Gilabert sufrió múltiples heridas con arma blanca que pusieron su vida en peligro. Marianne Gonzaga fue detenida y posteriormente vinculada a proceso por el delito de lesiones calificadas. Tras varios meses en prisión preventiva, obtuvo su libertad bajo ciertas condiciones.
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En el video más reciente publicado por Gonzaga, la influencer afirmó que está dispuesta a asumir las consecuencias de sus actos. “No fue un error, fue un delito. Eso lo tengo muy claro y estoy enfrentando lo que corresponde”, expresó. También agradeció a quienes la apoyaron tras su primer video y reiteró que nunca ha intentado evadir su responsabilidad.
Durante la grabación, Gonzaga sostuvo que ha relatado su versión con pruebas y en el orden en que ocurrieron los hechos. Una de las partes más comentadas fue su afirmación de que, tras salir de prisión, Valentina la contactó y se reunieron en una cafetería. “Platicamos por una o dos horas. Incluso me propusiste hacer una entrevista juntas”, aseguró. Según su testimonio, Valentina también le habló sobre problemas personales relacionados con un tercero identificado como Said, lo que, a su juicio, desmiente que hubiera una ruptura total entre ambas.
“Si realmente tuvieras miedo de mí, no me estarías llamando para contarme cosas personales”, recalcó la influencer. Asimismo, admitió que en el pasado buscaba notoriedad en redes sociales de forma irresponsable: “Hacía cosas impulsivas, tontas… por atención, por likes, sin pensar en las consecuencias”.
El caso ha vuelto a poner en el centro del debate público el papel de la Fiscalía en la clasificación del delito y el tratamiento legal del proceso. Algunas voces han cuestionado que, debido a la edad de la agresora, las sanciones aplicables pudieran ser más flexibles que las que se imponen a un adulto, lo que ha provocado críticas entre especialistas y usuarios.
Valentina Gilabert también criticó el tratamiento mediático del caso, acusando a medios y usuarios de redes sociales de trivializar su experiencia. Según dijo, la atención desproporcionada que han recibido los videos y declaraciones de Marianne Gonzaga ha convertido su proceso en una especie de espectáculo público que ignora la dimensión personal y dolorosa del trauma vivido.