
Un estudio del Cinvestav demuestra que correr, nadar o andar en bici ayuda a restaurar el equilibrio emocional afectado por el estrés crónico.
Actividad física, aliada contra la ansiedad y depresión asociadas al estrés crónico
El ejercicio aeróbico no solo beneficia al cuerpo, también actúa como un regulador natural de las emociones. Así lo revela un estudio del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), encabezado por la investigadora Carmen Vivar, que demuestra cómo la actividad física puede revertir los desequilibrios cerebrales provocados por el estrés crónico.
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La investigación, publicada en European Journal of Neuroscience, evidenció que el estrés prolongado reduce la eficacia de la serotonina —neurotransmisor clave para el equilibrio emocional— en una región del cerebro conocida como hipocampo, lo que favorece la aparición de síntomas similares a los de la ansiedad y la depresión.
Sin embargo, el estudio mostró que ejercicios como correr, nadar o andar en bicicleta ayudan a restablecer el control que la serotonina ejerce sobre las neuronas del giro dentado, subregión del hipocampo ventral. Este proceso permite disminuir la hiperactividad neuronal asociada al estrés y restaurar el bienestar emocional.
El equipo científico utilizó un modelo animal en el que se generó estrés crónico restringiendo la movilidad de los sujetos durante dos horas diarias por 14 días. Luego, un grupo tuvo acceso voluntario a una rueda de ejercicio por un periodo de 30 días. En los ejemplares que realizaron actividad física, se observó una recuperación en la función reguladora de la serotonina, pérdida que no se presentó en el grupo sedentario.
Los resultados indican que la recuperación del control emocional está mediada por dos receptores de serotonina: 5-HT1A y 5-HT3. Este último actúa sobre interneuronas que liberan GABA, un neurotransmisor inhibidor que modula la sobreactivación neuronal provocada por el estrés.
Según Vivar, aunque las necesidades físicas varían por persona, lo fundamental es incorporar actividad física regular en la vida diaria. Si bien el estudio se realizó en animales, sus conclusiones podrían servir de base para el desarrollo de terapias farmacológicas que imiten los efectos del ejercicio sobre el cerebro.
“El objetivo es entender qué procesos se activan en el hipocampo durante la actividad física para diseñar tratamientos más eficaces contra los trastornos del estado de ánimo”, concluyó la investigadora.
Con información de Excelsior