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Despedida al compositor Mario Lavista en El Colegio Nacional

Mario Lavista

Con emotivo homenaje en El Colegio Nacional, familia y amigos despiden al compositor Mario Lavista

Entre lágrimas y risas, este viernes El Colegio Nacional rindió un homenaje al compositor Mario Lavista, fallecido el jueves 4 de noviembre, y quien fue miembro de la institución desde el 14 de octubre de 1998.

Además de familiares y amigos cercanos al músico, se encontraban presentes algunos miembros del Colegio Nacional, entre ellos Antonio Lazcano, Juan Villoro, Felipe LealLuis Fernando Lara.

El programa inició con la participación de la viróloga Susana López Charretón, también perteneciente al Colegio Nacional. Ella comenzó su discurso citando al propio Lavista, quien fue, después de Carlos Chávez y Eduardo Mata, el tercer miembro del Colegio que dedicara su vida a la música:

“El virtuosismo no sólo contempla la mano que toco, sino el soplo humano también.” López Charretón recordó que, durante su discurso de ingreso, Mario Lavista ofreció un análisis de los aspectos técnicos y estéticos del complejo panorama musical del siglo XX, en el cual el compositor mexicano tuvo una intervención de singular importancia: “No es exagerado decir que rescató a la música mexicana de la orfandad de la que se encontraba desde la muerte de Carlos Chávez, quien fuera su maestro y quien le abrió caminos inusitados en sus inteligentes obras”.

Cabe mencionar que, durante la estancia de Lavista en el Colegio Nacional, enriqueció a la institución con su talento y con las conferencias y conciertos que ofreció, así como con la publicación de cinco libros y más de 60 textos en las memorias anuales del Colegio.

La presencia de amigos cercanos y alumnos entrañables también ofreció una visión más íntima de Lavista, tal como lo demostró el flautista Alejandro Escuer, que dedicó unas palabras a su querido maestro y la interpretación de “Mario (1943-2021) In Memoriam”, una pieza compuesta por el mismo Escuer para el músico que tantas enseñanzas le dejó en su vida y que conoció cuando sólo tenía 17 años, durante su estancia en el Conservatorio:

“Recuerdo con cuanta generosidad me regalaste tu tiempo y amabilidad característica para estudiar por primera vez tus piezas para solo de flauta. Armé mi flauta frente a ti y, al hacerlo, partículas de polvo iluminadas de sol volaron en silencio,y, como presagio, el eco de mundos antiguos transformó tu “Nocturno” en sonidos inolvidables”.

Más adelante, el violonchelista David Rodríguez interpretó “Cuaderno de Viaje”, pieza que ilustrara las palabras de Javier Álvarez, también alumno de Lavista, y de quien compartió entrañables recuerdos no sólo limitados a la música, sino también a las amenas pláticas sobre literatura y la cultura, en general:

“Mario Lavista fue sin duda alguna uno de los más grandes creadores musicales de nuestro tiempo, en un país donde poco se lee y menos se escucha o se va a conciertos. No obstante, al correr de casi cinco décadas, Mario inventó una manera de ser compositor a pesar de todo”.

Hacia el final del homenaje, los Miembros del Colegio Nacional montaron una guardia de honor junto al féretro de Lavista, y poco después su hija Claudia Lavista habló sobre la partida de su padre, quien se ha convertido para ella, en “una bóveda celeste construida por los recuerdos de su música”:

“Hoy por primera vez en mi vida amanecí huérfana de padre. Todavía no sé muy bien como organizar esta sensación física y emociona y psicológica y pensaba, ¡claro! Es que mi papá siempre ha sido un faro, un mapa, y de alguna manera hoy amanecí perdida en el cosmos porque ese faro no está. Creo que lo más difícil va a ser construir ese faro otra vez y encontrar nuevas cartografías en la vida. Una de esas cartografías fundamentales fue el sonido, que yo aprendí a escuchar desde que nací en casa de mi papá”.

Finalmente, Alejandro Escuer clausuró el evento con la interpretación de “Lamento”, una obra compuesta para Raúl Lavista, tío de Mario y también compositor. Sin embargo, en esta ocasión sonó como un homenaje a su mismo creador, a quien dedicó el epígrafe que acompaña el “Lamento”:

“No me atrevo a elevar la voz en este silencio porque temo turbar a los moradores del cielo”.

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CGLP

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