El doctor y la Ley.

Lamento la muerte de Edwin, lamentó la suerte del doctor Luis Pérez, pero lamento mucho más la falta de aplicación de la ley.

El caso del doctor Luis Pérez en Oaxaca ha puesto a prueba un sistema judicial que apenas se está adaptando a una nueva realidad. La realidad es que el apasionamiento que ha suscitado el caso poco ha aportado a la apreciación real del asunto.

El asunto central es claro: “esto es un homicidio, con dolo eventual, o imprudencial, o solo se trata de un riesgo propio de la profesión”.

Esto se ha vuelto en una discusión técnica entre abogados y médicos. Ahora no hay manera real de opinar sin conocer de forma profunda el expediente. Hay que recalcar que los datos de la investigación fueron reservados por proteger el interés superior de la infancia. Lo que es fundamental es conocer los datos de la necropsia y analizar los datos que arrojen. Tiene que ser una discusión técnica entre anestesiólogo, traumatologo y abogado.

Es fundamental dejar claro que el médico se encuentra sujeto a prisión preventiva, no ha sido declarado culpable y su prisión es una medida cautelar. Es complejo que la sociedad entienda que la prisión es la única medida preventiva, en este nuevo sistema no se tiene que meter tras las rejas a alguien para juzgarlo, pero la sociedad en esta espiral de venganza reclama que la gente sufra para pagar sus delitos y es el caso del médico oaxaqueño.

Según la información recopilada existen dos hipótesis para explicar la muerte de Edwin. En primer lugar el choque anafiláctico, que no es posible prever y una bronco aspiración, relacionada con las horas en que ingirió su último alimento, dos horas antes de operarlo.

El caso del choque del anestésico parece ser algo para explicar una negligencia, pues médicamente no habría forma de prever una reacción adversa. Según los testimonios de gente presente en el quirófano, el pequeño estaba boca abajo, y en un momento dado se notó que estaba dejando de respirar lo que fue puesto en conocimiento de la anestesiologa y el médico tratante. Dicen adicionalmente que el cirujano tenía un compromiso el día siguiente que le dejaría un poco de dinero y por eso no espero el tiempo estipulado para la digestión antes de operarlo.

Independientemente de estas especulaciones, que son eso, especulaciones, no podemos subordinar a la ley y la aplicación de la justicia a la politiquería y las manifestaciones.

Creo firmemente en la espectacular labor de los médicos. Pero también estoy convencido de que no pueden ser ajenos a la aplicación de la ley. Y para esto debemos de explicar que es el dolo y la posibilidad de que el médico pudo haber tenido una intención criminal. El dolo eventual, no es un dolo directo. El dolo simple es la intención de provocar un resultado criminal, me queda claro que un doctor nunca pensaría así. En el dolo eventual, la palabra clave es la aceptación, es decir que no obstante las circunstancias el autor de la conducta, puede tomar ciertas precauciones o acciones para evitar el resultado, y en este caso no lo hace, es decir acepta el resultado que desencadena la muerte del menor. La diferencia entre los dos solos no es nueva, desde 1872, Karl Binding lo dejó claro en su trabajo.

Esto se traduce simplemente, en que un médico que actúa, si es el caso, de la falta de horas para la digestión del menor y la evaporación de riesgos, acepta el incremento en los niveles de riesgo, y eso se sale del nivel protector de la norma. Por lo que aunque no quiera el resultado, acepta el riesgo que lleva a la muerte del menor.

Independientemente de lo anterior lo que no puede ser aceptable, es que la política, la presión social o la defensa de un gremio pueda sustituirla aplicación de la ley. No podemos seguir siendo un país en donde la ley esté sujeta a los aires de la política y las reacciones sociales.

Los médicos y me queda claro, no han estudiado para matar a nadie, su vocación es la de ayudar y salvar. Pero es evidente que deben de ser responsables por las omisiones o negligencia.

En el ejercicio de su función. Es lo mismo que un piloto de avión no quiere estrellar un avión, pero cuando su falta de capacidad resulta en la muerte de alguien, debe de existir una responsabilidad en el amplio sentido de la palabra.

Lamento la muerte de Edwin, lamentó la suerte del doctor, pero lamento mucho más la falta de aplicación de la ley, que es precisamente lo que nos tiene postrados en la impunidad. Y ese es el verdadero cáncer de este país, del que por cierto ninguno de nuestros tres ídolos candidatos han puesto sobre la mesa una solución medianamente aceptable.

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