
Pocos días después de las celebraciones de fin de año, comenzaron a surgir reportes sobre el aumento de casos de personas infectadas por un nuevo virus.
Una enfermedad respiratoria, cuyos síntomas son semejantes a los de la gripe o el resfriado, empezó a extenderse en las provincias del norte de China durante el invierno, afectando especialmente a los niños menores de cuatro años.
De acuerdo con los informes, los hospitales están colapsados, las unidades de cuidados intensivos funcionan al máximo de su capacidad y se han adoptado nuevas medidas de control sanitario. La preocupación aumentó cuando surgieron indicios de que el brote comenzaba a expandirse.
En India, ha habido un aumento considerable de casos, mientras que Malasia y Kazajistán empezaron a informar sobre pacientes afectados por la enfermedad. Según los informes del martes 6 de enero, los casos en Estados Unidos se habrían duplicado, alcanzando los 300. En el Reino Unido, circula una cepa agresiva de gripe, junto con otras enfermedades respiratorias que parecen propagarse rápidamente. Ninguna oficina ni hogar ha quedado libre del impacto de esta situación debilitante en los últimos días.
Este escenario evoca recuerdos inquietantes de hace cinco años, cuando en enero de 2020 comenzaron a circular rumores sobre un posible brote de un virus mortal en China. En ese momento, las imágenes de hospitales colapsados y centros médicos improvisados para atender a los enfermos y fallecidos comenzaron a difundirse. Un mes después, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció el nombre oficial de la cepa: covid-19.
En ese entonces, la gripe no generaba gran preocupación. Sin embargo, todos sabemos lo que ocurrió después. Pocas semanas más tarde, el nombre del virus ya era conocido, mientras los casos se multiplicaban rápidamente por toda Europa. Pronto, el mundo entero se vio sometido a un confinamiento global.
Cinco años después, el mundo presta más atención a las señales que no deben ser ignoradas. Por eso, los recientes titulares sobre el “aumento” de un virus en China han provocado alarma y preocupación.
Los países y las autoridades están monitoreando la situación con atención, mientras que en las redes sociales ya circulan especulaciones y desinformación. Los organismos oficiales exigen mayor transparencia a China y recuerdan cómo, en su momento, minimizó la gravedad inicial de la pandemia del covid-19. Pekín ahora enfrenta llamados para compartir de manera más abierta los datos disponibles.
Lo primero que debe aclararse es que, a diferencia del covid-19, lo que ocurre en China no se debe a un virus nuevo. Se trata del metapneumovirus humano (HMPV), un patógeno identificado en los Países Bajos en 2001. Este “antiguo” virus afecta a la mayoría de las personas antes de los cinco años. Los investigadores estiman que entre el 10% y el 12% de las enfermedades respiratorias en niños están relacionadas con este virus. Además, no es tan contagioso como el coronavirus, ya que su período de incubación varía entre tres y seis días, ni tan severo, a pesar de las imágenes que llegan desde China.
Las tasas de mortalidad asociadas al metapneumovirus humano son significativamente más bajas, y los síntomas más comunes incluyen tos, fiebre, congestión nasal y fatiga. Aunque la mayoría de los casos son leves, en algunos pacientes puede causar infecciones graves de las vías respiratorias inferiores, como neumonía, y agravar condiciones preexistentes, como el asma o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).
No es sorprendente que los casos de HMPV aumenten más rápidamente durante el invierno y la primavera, un patrón que los expertos destacan cada año. En el Reino Unido, es evidente que incluso las personas más saludables están sucumbiendo a “lo que sea que esté circulando”.
Este invierno ha sido especialmente difícil y marcado por un aumento de enfermedades. Aunque las estadísticas recientes del gobierno indican que la semana pasada se registró la tasa más baja de ingresos hospitalarios por covid-19 en este período de invierno, desde la pandemia, ha habido un rápido incremento de otras enfermedades virales, como la gripe (influenza), el virus respiratorio sincitial (VRS), y brotes de diarrea, vómitos y norovirus.
Durante la primera semana de notificación, a mediados de diciembre, se registró un aumento del 352 % en la ocupación de camas en hospitales generales y de agudos por pacientes con gripe. En cuanto al metapneumovirus humano (HMPV), su prevalencia ha mostrado un crecimiento moderado, con un nivel de actividad catalogado como “medio”. Durante la pandemia de covid-19, las tasas de infección viral fueron parcialmente monitoreadas por el gobierno a través del análisis de residuos de alcantarillado, una herramienta útil para identificar tendencias en la propagación de nuevos virus.
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Los datos preliminares sobre el HMPV mostraban una alta demanda de atención sanitaria impulsada por las enfermedades típicas del invierno. Sin embargo, también destacaban que “no está claro si este invierno representa el peor escenario hasta la fecha en términos de presión causada por la gripe”. El número de camas ocupadas por pacientes con gripe durante la segunda semana del invierno alcanzó el nivel más alto “desde que se comenzó a registrar esta medida” en el periodo 2020-2021.
“El total de personas hospitalizadas por gripe y otros virus supera con creces las cifras registradas en el mismo periodo del año pasado, lo que ha sometido a los servicios del NHS a una presión constante”, afirmó Saffron Cordery, directora ejecutiva interina de NHS Providers. Además, advirtió que, con el regreso de los niños a las escuelas y el aumento de la actividad en las oficinas, “es probable que la situación empeore antes de empezar a mejorar”.
En el Reino Unido, los casos de HMPV registran un aumento leve semana a semana. Sin embargo, los expertos insisten en calmar cualquier temor de que se repita una situación similar a la de la pandemia pasada. En los cinco años transcurridos desde la aparición del Covid-19, nuestra percepción y respuesta ante las enfermedades virales han cambiado significativamente. En 2018, era poco común escuchar a amigos o colegas hablar sobre un aumento de casos de gripe en cualquier lugar del mundo. Hoy, nuestra conciencia colectiva ha experimentado un cambio notable.
“Creo que parte de la preocupación actual está influenciada por el sesgo de recencia debido a que el Covid-19 tuvo su origen en China. Esto lleva a algunas personas a percibir lo que podría ser discriminación o, posiblemente, a revivir el temor a lo desconocido. Existe un miedo a que algo parecido pueda descontrolarse y convertirse en otra pandemia”, explicó el Dr. Simon Williams, científico del comportamiento, investigador en salud pública y profesor de psicología en la Universidad de Swansea, quien también ha colaborado como consultor para la OMS.
El Dr. Williams destaca que a lo largo de los años se han identificado varias amenazas de pandemias que no llegaron a concretarse. Por ejemplo, la gripe aviar en Estados Unidos representa un riesgo mucho mayor que el que plantea actualmente el HMPV. Asimismo, en semanas recientes, un supuesto virus “misterioso” que generó temor en la República Democrática del Congo resultó ser un brote de malaria. Estos casos enfatizan la necesidad de analizar los riesgos con cautela y evitar generar alarmas innecesarias. Antes de sacar conclusiones, es crucial actuar con prudencia y asegurarse de contar con información confiable.
El Dr. Williams insiste: “Es indispensable que los datos se compartan a nivel global, para que todos puedan entender el nivel real de riesgo. La comunicación pública depende de evaluaciones oficiales claras”. Aunque el mundo aún enfrenta las secuelas de la pandemia de Covid-19, esto no significa que otra crisis similar no pueda ocurrir en el futuro. Para enfrentar estas amenazas, subraya el especialista, es necesario tener acceso a datos precisos y de calidad que permitan tomar decisiones informadas y mantener a la población preparada.
La comunicación clara de los hechos, o la falta de ella, dejó un legado negativo durante la pandemia de covid-19. Desde el inicio, las especulaciones sobre el origen del virus en China, un dato clave para prevenir la propagación de futuros brotes, se convirtieron en algo común.
Tanto el gobierno chino, conocido por su hermetismo hacia fuentes externas, como la OMS, a través de su propia investigación, enfrentaron un intenso escrutinio público por parte de medios como The New York Times. Preguntas cruciales, como cómo ocurrió el salto del Covid-19 de los animales a los humanos y por qué China no logró contener el virus, quedaron en su mayoría sin respuesta. Con el tiempo, la desinformación y las teorías conspirativas encontraron un público receptivo.
Aunque han pasado cinco años, el Dr. Simon Williams cree que esta falta de comunicación efectiva podría contribuir al surgimiento de un nuevo brote. En el Reino Unido, la aceptación de la vacuna ha mostrado niveles sorprendentemente bajos, incluso menores que el año pasado, incluso entre el personal del NHS. Según Williams, esto se debe tanto a la complacencia como a las dudas generadas por la experiencia de la pandemia.
“Por un lado, esta semana surge el tema del virus del poliovirus humano, lo que provoca un temor anticipado ante una posible pandemia: los primeros informes desatan inquietud y alimentan la imaginación”, señala. “Las constantes amenazas de la gripe y el covid-19 parecen no generar gran preocupación en las personas. Esto podría explicar la baja aceptación de las vacunas, lo que aumenta el riesgo de nuevos brotes, además de la falta de disposición para tomar días de reposo ante síntomas de enfermedad. Estamos volviendo a esa mentalidad de seguir con nuestras actividades, incluso estando enfermos, como ocurría en 2019”, agrega.
“Es crucial encontrar un equilibrio: no vivir en un estado de miedo constante ante la próxima pandemia, pero tampoco caer en la indiferencia total”, advierte.
Con los nuevos informes sobre el metapneumovirus humano, surge un recordatorio inquietante: una pandemia podría repetirse. Aunque observamos con atención lo que sucede en otros países, también es fundamental prestar más atención a las dinámicas y riesgos dentro de nuestro propio entorno. Si algo nos enseñó el 2020, es la importancia de tomar en serio las amenazas, sin importar su origen o apariencia.