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Hormonas sexuales influyen en la expansión de tumores cerebrales

Pese a la diferencia en la incidencia, las hormonas sexuales tienen el mismo efecto sobre los tumores cerebrales: promover su crecimiento

Científicos de la Facultad de Química (FQ) de la UNAM descubrieron que las hormonas sexuales influyen en la expansión de los tumores cerebrales más frecuentes y agresivos en el ser humano: los glioblastomas.

De acuerdo con pruebas in vitro y en modelos animales, la progesterona y el estradiol (hormonas femeninas), así como la testosterona (hormona masculina), provocan que las células tumorales proliferen, migren e invadan cada vez más el tejido sano, afirmó Ignacio Camacho Arroyo, integrante de la Unidad de Investigación en Reproducción Humana, del Instituto Nacional de Perinatología-FQ.

“Hace más de 20 años nos llamó la atención que estos tumores fueran más comunes en hombres que en mujeres, en una proporción de tres a dos. Entonces comenzamos a trabajar sobre el efecto de las principales hormonas sexuales”, dijo.

Aclaró que a pesar de la diferencia en la incidencia, las hormonas sexuales femeninas y masculinas tienen el mismo efecto sobre los glioblastomas: promover su crecimiento.

Junto con su equipo de trabajo, el universitario también descubrió que la progesterona promueve el desarrollo del cáncer a través de dos mecanismos. En el primero actúa dentro de la célula mediante receptores, proteínas que pueden modificar la expresión de muchos genes relacionados con la proliferación, migración e invasión tumoral; y el segundo, a través de señales que ocurren en la membrana de la célula, y que incluso pueden llegar al núcleo.

El científico de la UNAM, uno de los líderes a nivel mundial en el estudio de los efectos y mecanismos de acción de las hormonas sexuales en el sistema nervioso central, señaló que hay diferentes tumores cerebrales, que se originan en distintas partes y provienen de diversos tipos de células; entre ellas están las troncales cancerosas y los astrocitos, estos últimos importantes para el funcionamiento del cerebro, y que pueden duplicarse de manera descontrolada.

De acuerdo con sus características histopatológicas y moleculares, los astrocitomas se pueden clasificar en cuatro grados, siendo el cuarto el más violento, conocido como glioblastoma.

Cuando se diagnostica un glioblastoma la esperanza de vida es muy corta, en promedio de 15 meses, con muy mala calidad, y hasta el momento no hay opción terapéutica, subrayó el experto.

Su incidencia a escala mundial es de seis o siete casos por cada 100 mil habitantes. A diferencia de otros tumores, en este no hay remedio: una vez diagnosticado se sabe que el paciente morirá.

Por lo general, se aloja en la corteza cerebral. El problema, abundó Camacho, es que sus síntomas son muy generales: mareos, cambios en el estado de ánimo, temblores, vómitos, y hasta que se agravan es cuando el paciente acude a un servicio de neurología.

Los glioblastomas se pueden presentar a cualquier edad, pero son más frecuentes entre adultos de 50 a 70 años, y se desconoce por qué se originan.

IPR

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