La inevitable crisis económica

Es inevitable. El ‘abc’ de la teoría económica establece que una recesión no solo es inevitable sino necesaria para que la economía mundial -se supone- pueda recuperar la estabilidad. La analogía de Claudi Pérez, director adjunto del diario El País, lo modela: <el capitalismo sin quiebra es como el cristianismo sin infierno>.

Recordemos la crisis económica de 2008 que tuvo su mayor impacto en Estados Unidos y Europa. Como marca “el manual de dogmas, ideas y malentendidos del capitalismo” los bancos centrales debían generar un crecimiento nominal de dinero y bajar las tasas de interés casi a cero para reactivar las economías, incentivando el consumo y la inversión. El aumento de la masa monetaria en los mercados financieros provocó fuertes inversiones en negocios tecnológicos y especulaciones en activos como las criptomonedas, llevando a la economía global a un alza generalizada de precios. Para evitar el sobrecalentamiento había que ralentizar la economía, de modo que, la Reserva Federal (FED por sus siglas en inglés) y algunos bancos centrales comenzaron a elevar las tasas de interés, ahora desincentivando la inversión y el consumo, tratando de encontrar el equilibrio. Según datos sobre las cuentas nacionales del Banco Mundial y archivos de datos sobre cuentas nacionales de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) de 1980 a 2007 se habría registrado un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) mundial de 3.1 % promedio anual, mientras que de 2008 a 2020 creció a 2.4 % promedio anual; esto es, una desaceleración de 8.4 puntos porcentuales en términos reales durante este periodo.

Para 2020, el confinamiento paralizó las economías de casi todo el mundo permitiendo la producción de únicamente empresas con negocios esenciales. Los bancos centrales ya se saben la “fórmula del manual”: bajar las tasas de interés e inundar la economía de dinero para sostenerla -aunque sea en el aire-; muchos gobiernos anunciaron grandes programas de gasto público como los fondos ‘next generation’ de la Unión Europea, quien inyectó 750 mil millones de euros a la economía, o el ‘programa de infraestructuras’ de los Estados Unidos con una inversión de unos 550 mil millones de dólares. A pesar de las señales de sobrecalentamiento que se seguían padeciendo desde 2008, la estrategia volvió a funcionar y en tiempo récord los mercados mostraron recuperación, pasando de una tasa de variación del PIB negativa de -3.1 % a un 5.9 % de crecimiento del PIB en 2021, en datos del Banco Mundial. ¿Qué dice la teoría y la historia económica que le sigue? Por su puesto, un proceso inflacionario…el que esta vez no solo sería respuesta a la política monetaria expansiva, sino también a los ‘cuellos de botella’ en las cadenas de producción provocados por la escasez de minerales estratégicos como el silicio, a las condiciones climatológicas que provocaron escasez de alimentos y a la crisis energética agudizada por el conflicto bélico en Ucrania; alcanzando para 2022 el mayor nivel inflacionario registrado desde hace 40 años. Aunque en lo particular, para Latinoamérica la historia inflacionista es diferente, igualmente se ha registrado una aceleración de las tasas de inflación que se registraban entre un 3 y 4 % en México, Chile y Brasil para posicionarse entre el 7 y el 10 %. Ante este escenario económico, los países han buscado alternativas energéticas potenciando las renovables y su ahorro, muchos proveedores han podido incrementar su producción y se han iniciado planes para asegurar el suministro de algunos componentes estratégicos; siendo estas acciones insuficientes por lo que, los bancos centrales sin otra opción han aumentado las tasas de interés de manera agresiva. Y aunque es cierto que el crecimiento económico esperado se ha reducido a 1.7 % en 2023 y parece que la inflación ha llegado a su máximo y empieza a descender, continúa en niveles muy altos. Además, la tasa de desempleo se encuentra en niveles muy bajos, alrededor de 5.8 %. De acuerdo con la interpretación de la curva de Philips, un aumento del desempleo implica una disminución de la inflación, costo político que no se está dispuesto a afrontar, entonces deciden frenar aún más la economía, lo que resulta en un empeoramiento de la crisis asociada al costo de vida y en un aumento del número de personas en situación de pobreza. De hecho, el presidente de la FED, Jerome Powell, subrayó que la tasa de desempleo es uno de los factores más importantes para decidir sobre los niveles de las tasas de interés y el tiempo durante el cual permanecerán altas para lograr enfriar la economía. Es decir, se precisa una recesión que ponga freno a la inflación para que los bancos centrales encuentren el equilibrio perfecto entre producción, desempleo e inflación. Las altas tasas de interés continuarán por lo menos hasta 2024.

En México, el presidente de la República sospecha que para 2025 “factores externos” podrían llevar al país a una crisis económica-financiera. No olvidemos la aguda contracción del PIB hasta en 8.2 puntos porcentuales en 2020; y que, México fue uno de los países de América Latina que más tardó en recuperar los niveles de PIB, previó a pandemia.

Además de la incertidumbre global, las finanzas públicas mostraron para el primer trimestre de 2023, la caída más pronunciada desde 2018 de los ingresos presupuestarios en un 5.5 % en comparación anual, de acuerdo con información divulgada por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), que en conjunto con el incremento de las tasas de interés ponen presión al balance público, lo cual podría llevar a un recorte de inversión y gasto público que incidiría en la senda de crecimiento en el mediano plazo.

Dulce Janeth Parra es economista y consultora en estrategias de gobierno.

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