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La privatización silenciosa de la educación

Por: Glenn Ernesto Beltrán Padilla

Con el regreso de Aurelio Nuño al escenario político, la educación pública nuevamente se vuelve un tema caliente. Nuño, siendo Secretario de Educación Pública en el sexenio de Enrique Peña Nieto y en algún momento un posible sucesor a la presidencia de la República, fue artífice de la reforma educativa más importante en la historia moderna de México; reforma que fue derogada entrando el mandato de López Obrador pocos años después. 

Las implicaciones y la credibilidad de su implementación han sido criticadas a morir por el propio magisterio y por los poderes fácticos que rodean al sistema educativo. Lo que no es debatible, sin embargo, son los resultados y el estado del sistema entero en el sexenio actual. 

Este es el primer sexenio, desde que se creó la secretaría de educación pública en 1921, donde no vemos un incremento en la cobertura educativa de este país. Al contrario, estamos viendo un retroceso histórico donde si comparamos la cobertura actual con la presentada a finales del sexenio pasado encontramos que hay un millón y medio de niños menos en las escuelas; medio millón menos en nivel preescolar, 600,000 menos en primaria, 250,000 menos en secundaria, y 250,000 menos en el nivel medio-superior. Uno de los principales motivos de dicha deserción escolar se centra en el cambio de programas sociales entre un sexenio y otro. Se abandona el programa prospera que otorgaba incentivos económicos para familias de clase trabajadora y se redirecciona el presupuesto a la famosa beca de los “ninis” que ni trabajan ni estudian. De la misma manera, al ya no existir un incentivo tangible para que los niños estén en la escuela, se agudiza la necesidad de ingresar a la fuerza laboral para poder aportar a la economía familiar. 

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No hay consecuencia más mísera de nuestra ineptitud burocrática que la decisión de un niño de estar trabajando y no jugando. De estar en las calles y no en la escuela. De tener que salir a vender porque el salón de clases no le da para comer. En la edad de la democratización de la información conocemos bien los beneficios de la educación en términos de movilidad social, pero somos incapaces de apostarle a un futuro cuando el presente se vuelve tan precario.

La idea central de Nuño era “educar para la libertad y la creatividad”, este lema incluso llegó a convertirse en el nombre del modelo educativo del gobierno federal. Establecían medidas internacionales para incrementar el desempeño de nuestros estudiantes, exámenes estandarizados de mayor precisión y frecuencia para mantener los altos estándares que se estaban logrando, y un acompañamiento en materia laboral para asegurar que las futuras generaciones de docentes estuvieran a la vanguardia de técnicas pedagógicas y profesionales. 

Al darle reversazo, el gobierno actual le regresa influencia a los sindicatos y al establecimiento corporativo-gubernamental que se encarga de los gastos institucionales como son el fabricar los uniformes, material didáctico, la construcción y remodelación de planteles escolares, etc. Las estructuras clientelares continúan a crecer, controlando el desarrollo profesional de los maestros y fortaleciendo bases electorales al estilo del viejo PRI del que tanto criticaban al propio Nuño y su generación de funcionarios tecnócratas.

Incluso durante la vigencia de la reforma educativa vimos como los sindicatos se apropiaron de cada aspecto de la vida laboral en el sistema educativo. Controlaban los procesos de ingreso al servicio profesional docente, controlaban promociones, cambios de plaza o incluso la jubilación que por ley les corresponde.

Ahora, hay quienes argumentan que el sistema educativo está como está por falta de inversión, por la marginación de nuestra nación o por la misma pobreza de nuestra base fiscal. En el 2016 el presupuesto federal de educación en México equivalía al 4.9% del PIB. Esta es una cifra astronómica que nos colocaba en número 67 del mundo en términos de inversión en materia educativa. Cómo referencia, Estados Unidos le invirtió el equivalente a un 6.1% del PIB a la educación en el mismo periodo. Hoy en día nuestro gobierno federal gasta un equivalente al 2.8%. 

Marx Arriaga, responsable de material educativo en la SEP, justifica estos recortes presupuestales con el tema de la austeridad y eliminación de corrupción en los procesos de compra de la secretaría. Detractores argumentan que la corrupción existe, ha existido, y seguirá existiendo. Asimismo, estamos viendo cómo estos recortes promueven una privatización silenciosa de la educación. En el 2017 el gasto privado en educación equivalía al 20% del presupuesto público, mientras que hoy en día se encuentra en un equivalente a casi el 28% del mismo. Cada día los padres de familia más marginados tienen que gastar más de su propio bolsillo para impulsar la educación de sus hijos. Con justa razón estamos viendo la deserción escolar más grande en la historia de nuestro país.

Si el Estado quiere garantizar el bienestar con el cual arropan sus campañas discursivas, lo primordial es darle esperanza a las juventudes. De la esperanza radica la superación, la búsqueda por el emprendimiento personal y económico, seguridad, y entonces sí, un Estado de derecho. 

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