Miguel Ángel Mora, una meditación en torno a la violencia en Baja California

El siguiente texto es el prólogo escrito por Miguel Ángel Mora Marrufo, presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Baja California, para el libro “Violencia y Derechos Humanos: Experiencias y desafíos en Baja California”.

Las múltiples formas de violencias que persisten en México solo pueden ser entendidas y abordadas —como todo el interés público— desde un enfoque y perspectiva de los derechos humanos. En 2021 se cumplen diez años de la reforma más importante que la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos haya experimentado en la historia contemporánea: Se reconocen a los tratados internacionales como instrumentos jurídicos vinculantes, generando una ampliación del catálogo de derechos de las personas; se estipulan los principios de los derechos humanos, como el pro persona; se colocan las obligaciones constitucionales en materia de derechos como parte de las competencias de las autoridades; se reitera la igualdad sustantiva y la no discriminación como norma general; y se establece en el país un paradigma distinto: La única forma válida de interlocución entre las personas y el Estado es a partir de las pautas que generan los derechos humanos, entendidos desde sus bastas definiciones como técnicas de convivencia y marcos de reflexión entre los seres humanos.

En este recorrido es necesario hacer un ejercicio de conciencia, es decir, reconocer la realidad y relacionarnos con ella porque, cabe mencionarse, no se ha cumplido con el espíritu que le da vida a la reforma mencionada anteriormente. Urge acotar la brecha entre el reconocimiento de los derechos humanos y la vivencia diaria de los mismos. La realización de los derechos fundamentales, entendidos desde la interdependencia, es la posibilidad que tienen las personas de alcanzar la felicidad. Y el fenómeno más profundo al que se enfrenta la sociedad mexicana para llegar a ella es, sin lugar a duda, las violencias que se viven cotidianamente en las comunidades, sobre todo en aquellas que se enfrentan a mayores desventajas.

Por ello la relevancia del libro elaborado por las doctoras Marina del Pilar Olmeda García y Elvia Oralia Villegas Olivar. “Violencia y Derechos Humanos: Experiencias y desafíos en Baja California”, trabajo publicado por la Universidad Autónoma de Baja California, es una obra que en un amplio recorrido ofrece datos contextualizados y actualizados sobre la violencia en la entidad, mientras explora y explica diversas problemáticas a la luz del discurso público y de la retórica de las autoridades, utilizando como base sustantiva, justamente, el enfoque y la perspectiva de los derechos humanos.

También hace un llamado a comprender las múltiples causas que generan las violencias: no solo desde las condiciones económicas y sociales, sino entendiendo que las causas estructurales son aquellas que responden, por ejemplo, al sistema político, a la democracia como tal, a la demografía y al sistema cultural, es decir, al entramado de valores y conductas.

¿Cuántos fenómenos de violencia observamos en la actualidad que reaccionan a este sistema de valores y conductas? Y cabe mencionarse que las que más han dañado a la comunidad mexicana son aquellas violencias que se han generado desde las organizaciones ilícitas o legales, como el narcotráfico y las acciones y omisiones del Estado.

Hoy observamos distintos fenómenos de violencia entre iguales, ahí donde conviven exclusivamente los valores y conductas de las personas. Los espacios donde se generan estas violencias son aquellos que deberían ser los sistemas de protección más cercanos a las personas: el hogar, las escuelas, los trabajos, las familias.

De ahí la pertinencia de esta gran obra, ya que se pone de manifiesto que las diversas formas de la violencia que hoy experimentamos, como la de género y hacia las mujeres, hacia las niñas y los niños, hacia las juventudes y los grupos en contexto de mayor vulnerabilidad, solo pueden explicarse y solucionarse a través de la cultura, de las creencias, de la educación y de diversas condiciones económicas, sociales y políticas. Como un todo, integralmente y de forma holística.

Entendiendo que la vulnerabilidad de las personas no es una condición per se, sino que corresponde al contexto y condiciones a los que se enfrenta independientemente de su individualidad, las autoras hacen referencia a diversos grupos en contexto de vulnerabilidad y, con ello, a la obligación de abordar cualquier circunstancia desde la interseccionalidad.

Hago referencia a la primera parte del libro, donde además de abordar la demografía de Baja California como factor de riesgo para la violencia, la seguridad y la calidad de vida (como en el caso de Tijuana de 2017 a 2019) se trabaja ampliamente la visión de las juventudes y las violencias contra las mujeres, incluida la violencia extrema en la forma del feminicidio.

En ese contexto, creo pertinente hacer referencia a la solicitud de la Alerta por Violencia de Género contra las Mujeres que hizo la Comisión Estatal de los Derechos Humanos de Baja California, la que tengo el honor de presidir. En Baja California, y particularmente en Tijuana, se ha experimentado un crecimiento de las distintas formas de violencia que viven las mujeres. Desde los machismos cotidianos, la violencia psicológica, económica y obstétrica, hasta la máxima expresión de la violencia de género contra las mujeres: el feminicidio. Colocando a nuestra entidad y a este municipio en los primeros lugares en cuanto a estos delitos.

Para experimentar un mejor escenario se necesita un abordaje multifactorial y holístico de las circunstancias. En altos porcentajes, los agresores fueron hombres cercanos al núcleo familiar o social de la víctima. En la mayoría de las muertes violentas hacia las mujeres en los últimos años en Baja California —porque pocas fueron catalogadas como feminicidios— las víctimas se enfrentaban a condiciones de mayor desventaja: eran mujeres jóvenes, sin educación formal, sin trabajo y madres de familia. De ahí la pertinencia del libro que hoy conocemos para abordar todos los fenómenos como un sistema cultural. En este caso, este paradigma predominante corresponde a una estructura donde las mujeres, históricamente, han sido discriminadas y no han contado con igualdad sustantiva al interior de sus familias, en sus comunidades ni ante el Estado.

Y, como bien lo explica Jorge Corsi, la violencia está ligada a un proceso cognitivo de manufactura del pensamiento, es decir, como se han aprendido las violencias en la historia, es posible aprender el amor, la paz, a respetar la dignidad de las personas y entender que la diversidad es un factor para enriquecer a las comunidades.

La segunda parte del libro propone una ruta para atender muchos de los elementos que he compartido. Porque cuando hablamos de derechos humanos, poco queremos escuchar de los deberes ciudadanos, de la cultura de la legalidad que es necesaria fortalecer en nuestro país y estado.

Cito a Alain Touraine: “Los ciudadanos son las personas que se hacen responsables del buen funcionamiento de las instituciones encargadas de garantizar los derechos”. Y lamento señalar que Baja California, en términos de participación ciudadana directa por medio del voto, es de las entidades federativas que menos participa. Entonces, ¿cómo aspiramos a una democracia donde participemos si ni siquiera escogemos a nuestras y nuestros representantes?

Me parece enriquecedor abordar los fenómenos expuestos desde la cultura de la legalidad como lo plantean las doctoras, explicando la relación directa que hay entre los derechos humanos, la seguridad ciudadana y las violencias. La importancia de fortalecerla y entendiendo que la cultura de la legalidad genera un fuerte sentido de pertenencia, de lealtad y de identidad. Factores claves para empezar a formar comunidades resilientes.

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La violencia escolar es la punta del icebergde las violencias que se viven en las comunidades, señalan diversos autores. Y si se busca construir comunidades pacíficas, se necesita educar para la paz. Por ello, es un factor determinante que los contenidos educativos construyan escenarios en esta dirección.

Necesitamos aprender a solucionar nuestros conflictos por la vía pacífica y el sistema educativo es un actor fundamental para conseguir este objetivo: educando de esta manera y trabajando la inteligencia emocional, así como los procesos de pacificación y con la perspectiva de que, si un problema existe, es porque tiene solución, tal como se plantea a lo largo de la segunda parte de la obra.

Sin duda este honroso trabajo nos deja claro que, para resolver los fenómenos analizados, es necesario no solamente la voluntad y las acciones de las autoridades, entendidas como una obligación constitucional, sino comprender a fondo las causas generadoras de violencia para estar en condiciones de encontrar las soluciones y que se entienda que el fin mayor es justamente el respeto pleno de todos los derechos para todas las personas. Eduquemos para la paz, promovamos en las nuevas generaciones habilidades para la vida que les permitan solucionar sus problemas sin violencia y comprendamos que, como dijo Nelson Mandela:

“Debemos aceptar que la responsabilidad del final de la violencia no es solamente del gobierno, la policía o el ejército, sino que también es nuestra. Deberíamos poner orden en nuestra propia casa. Si no tenemos disciplina, no somos verdaderos luchadores por la libertad”.

Miguel Ángel Mora Marrufo

Presidente de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos de Baja California

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