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Morir en Las Ramblas

 

Lo he escrito en estas páginas y lo reitero, la simplificación del terrorismo es una de las cosas que más miedo me producen, valga el cumplimiento del objetivo de los terroristas. Pero el uso de cosas tan comunes como un auto o una camioneta para acabar con la vida de los “enemigos” de un Dios que a su juicio requiere de una cuota de sangre es escalofriante.

De las torres gemelas, en donde la ejecución de un plan cuidadosamente elaborado acabó con la vida de miles y un símbolo del capitalismo, a la gota que no cesa y que cada vez y ahora más frecuentemente mata a decenas, pero con una simplicidad pasmosa.

En Barcelona, en esas Ramblas que encarnaban un único peligro, el de ser despojado de un celular o de un bolso por algún vivales, a los gritos y estertores que presagian el fin de la existencia. Ese paseo para turistas que en sus costados tiene edificios hermosos el sabor Catalán en pleno. En donde a escasos pasos se encuentran restaurantes emblemáticos como “Los Caracoles”, un lugar de tradición visitado por artistas y políticos cuyo platillo estrella es precisamente la cazuela de barro hirviendo con caracoles y que su característica es que se accede desde la cocina, en donde bajo un concierto de gritos y cantantes de comandas se crea la magia gastronómica, del lugar hasta llegar al comedor. El jueves fue testigo mudo de ataque terrorista donde 14  personas perdieron la vida, entre ellas un niño.

Los responsables, los de siempre un grupo de imbéciles que reivindican un estado islámico, que no es “estado” y menos islámico. Los Mossos de Squadra, policía Catalana a tiempo pudo evitar una tragedia de mayores dimensiones, desmanteló la célula que pretendía como acto final estrellar un camión repleto de tanques de butano contra presumiblemente, la Sagrada Familia, catedral obra maestra de Gaudí y que es visitada anualmente por millones de personas. Las consecuencias de esta pretendida barbarie son de pronóstico reservado y de sangre garantizada.

La violencia es carta común en este revuelto mundo. La idiotéz de los líderes del mundo la alientan. Los casos de tontos como Trump, de canallas como Putin y de vividores como Kim Jong Un, tienen entretenido al mundo viendo cómo juegan a las vencidas con el botón nuclear y nuestras vidas al tiempo.

Los atentados que hemos presenciado con autos y camionetas, que empezaron un 14 de julio de 2016 en Niza, se pueden repetir prácticamente en cualquier lugar del mundo, lo grave es que cualquier precaución que se tome es insuficiente por qué ella no acabaría en una molestia y una demora en el abordaje de un vuelo, sino el la drástica modificación del estilo de vida que hoy disfrutamos producto de la evolución. El uso del automóvil hoy en día es tan común en muchos países del mundo como pasar a un sanitario. Cualquier restricción sería inaceptable, justamente parte de lo que buscan los organizadores de esta salvajada, obviamente objetivo totalmente ajeno a los borregos que mandan al matadero, convencidos de que Alá es grande.

Me pregunto verdaderamente en donde radica la esencia del mal, de ese mal global y divino, de el mismo que se enquista en un país y se vuelve micro, desarrollándose en una sociedad, en una empresa, en una familia en un grupo de amigos. Sin duda es la misma raíz. El mal y el dañar a otro tiene que tener el mismo origen aunque distinta causa. El origen es sin duda la falta de raciocinio, la falta de amor, la estupidez o el vicio, cualquiera que este sea, fanatismo, codicia, pasión, excesos, en general la falta de escrúpulos. Las causas pueden ser diversas pero siempre rayan en la obtención de algo de la forma más egoísta, sin importar a quien y como se dañe.

Esto es lo que nos tiene como humanidad al borde de la desaparición y no exagero, las tensiones nucleares, el regreso a la guerra fría y el daño ambiental son pruebas irrefutables de mi dicho. Pero aún hay un tipo peor de malhechor, el pendejo que daña solo por qué no tiene que hacer o por compensar su vida vacía y frustrada, ese tipo de “maldosos” pírricos villanos de antifaz intelectual, la vida les depara sorpresas. Les cobraron por adelantado con vidas patéticas, en donde no recuerdan ni sus actos irreflexivos, pero el señor futuro los espera metros adelante para ajustar cuentas, sino al tiempo. Siempre se puede ayudar al futuro en dado caso.

Ante este sombrío panorama internacional me encuentro una noticia esperanzadora y es precisamente en nuestro país me encontrado una noticia que llena de ilusión que me regresa la fe en las personas y el amor que nos debemos como país, ese amor que es el único capaz de reconstruir nuestra esencia, de restañar el tejido social. Un hombre que presenció un secuestro de una niña de escasos años y siguió a los captores hasta poder avisar a las autoridades del plagio. Por esta acción cayeron los 5 secuestradores y la pequeña hoy puede dormir en casa. Hubo un riesgo sin duda pero calculado que permitió que la acción de este héroe anónimo cambiara de forma radical la vida de una familia. Gracias en nombre de mi país a este hombre.

Si todos los mexicanos estuviésemos dispuestos a arriesgarnos por el de enfrente, ya ni si quiera correr un riesgo, de estar pendientes del vecino, del familiar, del compañero, ese país tendría un futuro brillante y prometedor. Si tan solo estuviéramos dispuestos a construir, a proponer, a alimentar la vida de los demás siendo impecables con algo tan sencillo como denunciar si así es el caso y siendo impecable con la boca, estaríamos salvados, mientras nos gane y me incluyo la inquina estéril, no hay esperanza. El estado islámico no es tan peligroso como el estado de extravío.

 

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