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Viajeros viajan para causar envidia en redes y no por vivir nuevas experiencias

Susan Sontag: “Necesitar confirmar la realidad y la experiencia aumentada es un consumismo estético al cual todos somos adictos”

Todos conocemos a un amigo así, el chico o chica viajero que comparte al menos 20 fotografías en sus redes sociales presumiendo los lugares que está visitando, pero que -irónicamente- no logra conocer con calma por haber perdido 20 minutos frente a su celular buscando la selfie perfecta, el filtro adecuado y los hashtag correctos para tener más “impacto”.

Esta adicción por compartir cada ángulo, cada espacio, cada alimento y experiencia vivida ha causado una triste realidad: Este tipo de viajeros nunca logran disfrutar el sitio visitado y desperdician experiencias reales por tratar de impresionar a sus seguidores.

Científicos estadounidenses han revelado que las personas que toman fotos durante varias actividades se sienten más satisfechas con el proceso, tal como si de una adicción se tratara, y que si no realizan la manifestación de su día a día su estado de ánimo se ve afectado.

En el estudio, el cual contó con una participación de dos mil personas, se comprobó las emociones positivas que sienten con o sin una cámara de fotos.

La investigadora Kristin Diehl, profesora adjunta de Marketing de la Escuela de Negocios Marshall de la Universidad del Sur de California, explicó que los resultados de su estudio muestran que la persona adicta a las redes “ve el mundo de forma un poco diferente”, ya que “está buscando algo para capturar y no necesariamente para disfrutar”.

Con estos resultados se comprueba lo que había advertido el escritor Italo Calvino, quien en su libro de relatos llamado Amores difíciles, el italiano se adelanta a este simulacro de (ir)realidades que son aumentadas por el filtro de la imagen, como ocurre en Instagram:

La línea entre la realidad que es fotografiada porque nos parece bella y la realidad que nos parece bella porque ha sido fotografiada es muy estrecha. En el minuto en el que dices algo como “Ah, ¡qué hermoso! Debemos fotografiarlo!” ya estás muy cerca de la visión de la persona que cree que todo lo que no es fotografiado se pierde, como si nunca existiera, y que, para realmente vivir, debes fotografiar lo más que puedas, y para fotografiar lo más que puedas, entonces, debes vivir de la forma más fotografiable posible, o de alguna forma considerar fotografiable cada momento de tu vida. Lo primero lleva a la estupidez; lo segundo lleva a la locura.

A esto podemos añadir la frase de Susan Sontag en su tratado de fotografía, donde señala: “Necesitar confirmar la realidad y la experiencia aumentada es un consumismo estético al cual todos somos adictos actualmente”. Esto fue escrito en 1977; no hay duda de que los artistas alcanzan a ver con anticipación.

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