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George Orwell: El hombre que rebeló a la granja y escandalizó a la sociedad

“El pensamiento corrompe el lenguaje y el lenguaje también puede corromper el pensamiento”, decía Orwell.

Cuando uno piensa en una granja, lo primero que viene a nuestra imagen colectiva son pacíficos cerdos, ovejas y vacas rumiando todo el día, mientras el piar de docenas de pollitos se mezcla en con el canto de los pajaritos… Pero para George Orwell, esta idílica escena lo único que le reveló fue el hambre poder del hombre.

Nacido en Motihari, Raj Británico, el 25 de junio de 1903, bajo el nombre de Eric Arthur Blair, Orwell es conocido en el mundo como uno de los mejores escritores del siglo XX.

Su singular construcción de personajes y analogías construyó lo que hoy conocemos como “estilo orwelliano” y que es aplicable, según el Oxford English Dictionary a los “relatos distópicos de un futuro estado totalitario”, esto por su obra 1984.

Además, para The New York Times es “el adjetivo orwelliano es más ampliamente utilizado cuando se trata de describir un sistema de pensamiento teórico”.

Sin embargo, este reconocimiento no siempre fue así.

Luego de terminar sus estudios en Eton, Eric Arthur decidió unirse a la Policía Imperial India en Birmania pues no tenía ninguna posibilidad de conseguir una beca universitaria, así que trabajó como oficial por cinco años hasta que se asqueó profundamente el imperialismo y lo que emanaba de él.

Luego de renunciar a su empleo, Arthur se puso a trabajar como maestro de escuela y librero en una tienda de libros de segunda mano, donde comenzó a escribir en sus ratos libres.

Su primer relato de no ficción resulta ser un escribo semiautobiográfico por lo que decide firmar con otro nombre para no incomodar a sus padres, así que escogió George, un nombre de gran tradición en la campiña inglesa, y Orwell, por el río de Suffolk, aunque también lo hizo porque un apellido que empezara con la letra O le daría una mejor posición a sus libros en los estantes de las librerías.

Con la llegada de la Guerra Civil española en 1936, Orwell participó abiertamente en el frente de izquierda antiimperialista, aunque también era antinacionalista por lo que se sumó a la disputa para luchar con el bando republicano o “bando rojo”, como se le decía.

Cuando los enemigos -los fascistas- triunfaron, George escribió: “Cada línea en serio que he escrito desde 1936 ha sido, directa o indirectamente, contra el totalitarismo y a favor del socialismo democrático como yo lo entiendo”.

Su participación en la Guerra terminó en Huesca cuando una herida en la garganta estuvo a punto de matarlo. El voluntario estadounidense Harry Milton describió a la prensa, muchos años después, que la actitud temeraria de Orwell, sumado a su 1,88 metro, lo llevaron a ese final:

“Escuché el sonido nítido de un disparo a alta velocidad y Orwell inmediatamente cayó de espaldas”.

Milton detuvo el sangrado y le dio primeros auxilios, hasta que pudieron retirar al escritor a un hospital.

El corazón bipartita

Orwell tuvo dos esposas: Eileen O’Shaughnessy (1936-1945) y Sonia Orwell (1949-1950), así como una amante de nombre Brenda Salkeld a quien le era completamente fiel.

De hecho Brenda y George comenzaron relaciones durante el primer matrimonio del escritor, tal como revelan unas cartas dadas a conocer por su hija.

En una carta, él escribe que Eilen, su entonces esposa, entendía sus deseos y “deseaba que yo pudiera acostarme contigo unas dos veces al año, solo para mantenerme feliz”.

En una correspondencia anterior, le dijo: “No sé si alguna vez has llegado a comprender lo mucho que significas para mí. Además dijiste que finalmente pensabas tomar un amante, así que si es así no veo por qué no debería ser yo”.

Orwell le siguió escribiendo hasta 1949, justo antes de su segunda boda. Su hijo, Richard Blair, dijo que ha comprado las cartas para donarlas al Archivo George Orwell del University College de Londres.

Las cartas “tuvieron mucha más influencia sobre él de lo que se suponía en un principio. Eran cartas muy personales. Creo que hubo algún contacto físico ocasional en ambos casos. Le gustaban las mujeres muy fuertes. Mujeres que tenían una opinión. Eso es lo que le atraía”, agregó.

La novela de los totalitarismos

En 1947 Orwell se instala en la isla de Jura, en Escocia, a hacer lo que más le gusta: escribir.

Tiene una novela en mente que había bosquejado en apuntes en 1944 y la cual dudaba entre titularla El último hombre de Europa y 1984. En ese entonces tenía tuberculosis y la enfemedad crecía en síntomas y padecimientos.

Finalmente el 8 de junio de 1949 se publica la obra bajo el título que su editor considera es más “comercial”; título que hasta la fecha se desconoce por qué se eligió, ¿será acaso por el centenario de la Fabian Society, fundada en 1884?, ¿guiño a la novela de Jack London, The Iron Heel, por la fecha en que el partido político toma el poder?, ¿referencia al cuento de G. K. Chesterton, uno de sus autores preferidos, “The Napoleon of Notting Hill”, ambientado en 1984?… La verdad nadie lo supo.

Sin embargo, fue a partir de 1984 que se popularizaron los conceptos del omnipresente y vigilante Gran Hermano, de la habitación 101, de la ubicua policía del Pensamiento y de la neolengua.

Aún hoy se tejen puentes entre la novela y la actualidad, así como el análisis vigente de la manipulación de la información, censura, represión y vigilancia.

Cerdos revolucionarios

Orwell era un hombre de izquierda crítico. Para él, el estalinismo era un totalitarismo que se desvió de los valores revolucionarios de lo que fue la Revolución Rusa. Tenía muchas ideas al respecto de lo que fue y de lo que era la Unión Soviética y no encontró mejor forma que hacerlo desde la ficción.

Así, en 1945 se publicó Rebelión en la granja, una novela satírica y una fábula mordaz sobre cómo el régimen soviético de Stalin corrompió el socialismo.

En la novela un grupo de animales expulsa a los humanos de la granja creando un sistema de gobierno propio que acaba convirtiéndose en otra tiranía brutal. Ese universo, si se quiere infantil, se volvió una herramienta educativa en algunos países.

Lamentablemente, y pese a lo que quería Orwell que era denunciar los totalitarismos nazi y soviético,​ el libro fue utilizado en Estados Unidos como propaganda anticomunista.

Vigencia y actualidad

Hay escritores que usan las palabras para describir su presente, pero el caso de George Orwell es diferente pues sus textos no pierden vigencia, al contrario: cada año, críticos literarios, investigadores y lectores en general encuentran nuevos sentidos a partir de sus libros.

Por ejemplo, en 2017, una obra de teatro en Broadway basada en 1984 provocaba desmayos entre sus espectadores.

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