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Rufino Tamayo, el oaxaqueño que revolucionó el arte en México

Rufino Tamayo es uno de los pintores más grandes de la historia del arte mexicano del siglo XX, tomando en cuenta que nació en 1899 y murió en 1991

El 24 de junio de 1991 murió el artista oaxaqueño Rufino Tamayo, uno de los pintores mexicanos más reconocidos a nivel mundial, dejando entre su legado los murales “Homenaje a la raza india” y “El día y la noche”, así como las pinturas “Hippie en blanco” y “Dos mujeres”.

Nacido el 26 de agosto de 1899 en la ciudad de Oaxaca, Rufino Tamayo pintó más de mil 300 óleos, entre los que se encuentran los 20 retratos de su esposa Olga, con quien estuvo casado durante 57 años; realizó 465 obras gráficas, como litografías y mixografías, 350 dibujos, 20 murales, así como un vitral.

Por esto, es uno de los artistas gráficos mexicanos más reconocidos a nivel mundial, conjugando su herencia mexicana y el arte prehispánico con las vanguardias internacionales, en piezas marcadas por el color, la perspectiva, la armonía y la textura.

En los años cincuenta vivió en París donde se integró plenamente al movimiento cultural de la posguerra y se puede afirmar que se encuentra a la par en todos los aspectos de los pintores más relevantes de Europa y de Estados Unidos que dominaron la escena artística en esa década

Sus murales se encuentran lo mismo en el Palacio de Bellas Artes, el Museo Nacional de Antropología y el Conservatorio Nacional de Música en México, que en el Dallas Museum of Cine Arts, la Biblioteca de la Universidad de Puerto Rico y en la sede de la UNESCO, en París, mientras que su obra es expuesta en recintos tan emblemáticos como los museos de Arte Moderno de México y Nueva York, el Guggenheim y la Philips Collection, en Washington.

Con una visión “de profundidades mexicanas”, no necesariamente pinto escenas de folclor o costumbristas o indigenistas, sino más bien lo hizo desde ahí, asumiendo su herencia, enriquecida con propuestas sofisticadas y vanguardistas, como Matisse, Picasso, Chagall o Miró.

Por ello, su estilo es indefinible, inclasificable, es un artista que pertenece a su tiempo, muy complejo y al mismo tiempo muy simple.

Muestra de ello es el mural Dualidad, realizado para el Museo Nacional de Antropología, donde, señaló el también curador, se cifra toda la experiencia de la pintura mexicana y de Tamayo.

Xavier Villaurrutia señalaba que Tamayo “no compone por acumulación, sino por selección y porque no le arredran los espacios desnudos que, en su caso, nunca son espacios vacíos, puesto que, en virtud de una pincelada siempre significativa, el color sigue viviendo en ellos con una vibración que es un goce para la vista y que instala al mismo tiempo a las figuras del cuadro dentro de una atmósfera y en una compleja y poética duración”.

Hijo de Ignacio Arellanes, de oficio zapatero, y Florentina Tamayo, costurera, Rufino del Carmen Arellanes Tamayo comenzó en 1915 sus estudios en la Academia de Bellas Artes de San Carlos de la Ciudad de México, los cuales abandonó, pero su empeño y disciplina lo llevaron a consagrarse en la pintura.

Siempre reconocido, se incorporó de inmediato a las grandes galerías, a las colecciones importantes y a los acervos de los museos, al que el éxito le llegó temprano, pues en 1926 realizó su primera exposición, que tuvo tal reconocimiento que lo llevó a exhibir sus obras en el Art Center de Nueva York.

Lo que Rufino Tamayo insistía hacer era trascender como un artista universal, aunque  la crítica extranjera lo ubicaba como un artista ultra mexicano por su acercamiento a las culturas prehispánicas, de las que toma elementos básicamente de la escultura, de la que logró reunir una gran colección de piezas.

Durante el desarrollo del movimiento muralista, se suma a los grandes: Diego Rivera, Orozco, Siqueiros, Montenegro, pero al mismo tiempo empieza a crear algo diferente, pues mientras los muralistas están creando una apoteosis a la revolución, él ya dirige su mirada a Europa.

Más bien, el maestro oaxaqueño se identifica con Los Contemporáneos, hombres muy brillantes con cultura muy amplia, que tienden a la poética, a la literatura europea, los poetas malditos: José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Gilberto Owen y Enrique González Rojo.

La vocación artística llevó a Tamayo a ejercer también la academia como profesor en San Carlos y en la Dalton School of Art de Nueva York, lo que le permitió además de desarrollar una pintura de calidad extraordinaria, experimentar y crecer.

Su obra está ampliamente documentada, a lo largo de su vida realizó miles de pinturas, grabados, mixografías, litografías, se puede afirmar que de 1921 hasta su muerte existe registro de todo lo que hizo.

Así, el legado de Rufino Tamayo es muy extenso:

“Primero tenemos al pintor que revolucionó el arte mexicano, luego al pintor que llevó al arte mexicano fuera, el pintor que trajo el arte de fuera hacia México y luego tenemos al pintor que creó una bienal para dotar de una colección de arte a su ciudad natal, luego tenemos a un pintor que realizó dos museos: uno de arte contemporáneo y otro de arte prehispánico”.

IPR

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