Empresas y solidaridad

Francisco Zea

Me cuesta mucho trabajo entender a todos aquellos que en este momento, el peor que hemos vivido en las últimas décadas, apuestan por la división, por la grilla, por lograr tener más poder en función de debilitar a sus instituciones y a su propia empresa.

En una época normal, es difícil imaginar a un grupo de personajes que estén más preocupados de lo que le beneficie a una empresa y por ende a una comunidad, que a su patética y poco importante trayectoria.

Resulta ser que en otras empresas, fueron no solo menores sino juzgados en su propia dimensión, como fracasados. Como un apéndice de personajes que no han dado resultados nunca. No obstante lo anterior, han sido cobijados para tratar de, haciendo equipo, cambiar resultados que tardan en darse años y que son producto de mucho trabajo, entrega y pasión, pues no es lo mismo 27 años o 50 que 4 pero con resultados sorprendentes; que enemigos internos han tratado de minimizar tan solo para preservar, no viendo por un grupo maravilloso, sino por sus propios interés y las prebendas de personajes tan menores, como sus ideas.

Actualmente estamos enfrascados en una gran cantidad de información en la cual encontramos políticas, que evidentemente son contrarias, a lo que podemos pensar benefician a México. Pero cuando hacemos un análisis interno de la vida corporativa,  nos damos cuenta de que las empresas se han vuelto en un hervidero de chismes sin sustento, donde como  plañideras antiguas, estos ostentaban puestos de inteligencia, discutibles en función de sus nexos patriarcales y que ahora son lavanderas de vecindad que pasan información errónea para que los jefes exploten sus frustraciones.

En fin, son tiempos aciagos, en los cuales los chismes y la mala fe toma más fuerza que la lealtad y los años de servicio. Los seres humanos tenemos esa falla, tendemos a encontrar más atractiva la traición que el trabajo comprometido.

Hay gente que en el marco de la peor circunstancia que hemos vivido en los últimos 50 años creen que la grilla y el engaño son la respuesta. Me queda claro que en este sentido están atentado en contra de su empresa y de su triste y estúpida existencia. Pero finalmente eso los dibuja de cuerpo entero. Gente que no han dado un solo resultado, que engañan y que tratan de medrar para ganar tiempo y manejar cifras, que puestas en papel, los desnudan.

Tristemente, lo que puede pasar en una empresa, se desdobla para ser la realidad de un país. Quizá no estoy entendiendo la gravedad de lo que estamos viviendo. Por otro lado quizá no estoy cierto de que las políticas partidistas nos están enfrentando.

Con estupor, observó los enfrentamientos entre puntos de vista simbólicos, en donde no tenemos un país, sino un grupo de tribus que se odian entre sí. En los cuales se dice que el gobierno nos quiere llevar a Venezuela y los “apoyadores” de López Obrador lo niegan con convicción.

En lo particular me preocupa mucho más la codicia de la clase política. Por que finalmente ha desplegado una serie de resultados hipócritas. Los mismos priistas, que en su momento avalaron decisiones de presidentes rateros, son los mismos que hoy votan en favor de las reformas que López Obrador exige se aprueben sin modificar una coma. En serio, no entendemos que son los mismos rateros, los mismos acomodaticios, aquellos que con cambio de piel son ratas solo con distinta nomenclatura, PRI, PRD, PAN pero ratas. 

El asunto no pasa por un proyecto bolivariano que nos haga venezolanos. Son los mismos políticos que han avalado robos e ignominia. Son los mismos ratas de siempre con distinto partido. La culpa no es de ellos, sino de los que los hicimos compadres.

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