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Los tres grandes mitos de la muerte del “Che” Guevara

Los tres grandes mitos de la muerte del "Che Guevara"

La imagen del “Che” Guevara ha sido aprovechada como el estandarte revolucionario por excelencia: joven, idealista e intransigente.

Era un 9 de octubre de 1967 cuando Ernesto Rafael Guevara de la Serna, el “Che” Guevara, fue asesinado en Bolivia, para convertirse en una leyenda que a más de 50 años sigue originando y alimentando ideales y movimientos de lucha.

En el 53 aniversario de su caída en combate nuevas revelaciones sobre los últimos momentos de su vida se han revelado de aquellos días cuando fue herido y apresado por el sargento Mario Terán en un aula de la escuelita del poblado de La Higuera.

De acuerdo con el diplomático e investigador cubano Froilán González, los militares bolivianos lo trataron con respeto hasta que el dictador (René) Barrientos recibió la orden de matarlo de parte de la embajada de Estados Unidos en La Paz.

Nacido en Rosario, Argentina, en 1928, e incorporado en México en 1956 a las guerrillas que preparaba Fidel Castro para luchar en Cuba contra el dictador Fulgencio Batista, de Ernesto Guevara se cuentan tres mitos que lo han marcado, aún después de su muerte.

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Anhelaba vivir en México y ser sepultado en Guerrero

A sus 27 años, el guerrillero argentino se casó en Tepotzotlán, Estado de México, con su primera mujer: la peruana Hilda Gadea, de 30 años de edad.

En el Registro Civil de la región se encuentra el documento en el que consta la unión celebrada el 18 de agosto de 1955.

Poco más de un año después emprendió su viaje a Cuba, al lado de Fidel Castro, el líder de la Revolución, el 25 de noviembre de 1956.

El Che Guevara vivió en México dos años; aquí se casó y tuvo una hija mexicana de nombre Hilda Beatriz Guevara Gadea, quien nació en Ciudad de México el 15 de febrero de 1955 y que fue registrada en el Distrito Federal, posteriormente partieron hacia Cuba.

Su primogénita tuvo a su vez un hijo, de nombre Canek Sánchez Guevara, nieto del Che Guevara; él nació en Cuba, en La Habana, pero lo llevaron al Consulado mexicano para registrarlo.

Aunque se conoce poco sobre su vida antes de 1955, un mito poco conocido asegura que a Ernesto le encantaba la cultura y la gente mexicana, tan es así que dicen en alguna ocasión visitó el puerto de Acapulco del cual quedó enamorado, y deseoso de vivir en Guerrero.

El generador de todas las revoluciones mundiales de 1968

Una de las cuestiones que muchos se han preguntado es por qué se convirtió en un mito universal y no en uno local de la revolución cubana como sucedió, por ejemplo, con su amigo y compañero de armas Camilo Cienfuegos, primer gran mártir del castrismo.

Y es que a la muerte de “El Che” el castrismo necesitaba un rostro heróico que conjuntada al bloque comunista latinoamericano, y especialmente, en los países occidentales.

Es por ello que a Ernesto Guevara le adjudican la mayoría de las revueltas estudiantiles que se vivieron en diversas universidades europeas y norteamericanas.

Moscú es el primer país en retomar su imagen para luchar contra los intereses del mundo capitalista, y asume al argentino a los referentes clásicos Lenin, Rosa Luxemburgo o La Pasionaria.

Además a partir de la década de los 60 el socialismo real pierde su halo de incorruptible y justo para todos y empieza a caer en el descrédito.

El desabastecimiento general y la censura omnipresente comienzan a provocar bajas entre los adeptos, por lo que alguien como el “Che” Guevara fue aprovechada como el estandarte revolucionario necesario, al contar con todos los elementos del buen revolucionario: es joven, idealista e intransigente.

Para lograr el objetivo hubo que hacer algunos recortes en su biografía y eliminar lo incómodo: su infancia burguesa en Argentina, su vergonzoso papel en la fortaleza de La Cabaña, sus años ministeriales y burocráticos como presidente del Banco Nacional y como ministro, y entonces surge el mito: el adolescente rebelde, comprometido y bohemio que viajaba a lomos de una motocicleta.

El “Che” nunca murió y vivió su vida en el destierro

Al igual que las grandes leyendas, los seguidores de Ernesto se negaron a dejar morir el ideal y reforzaron su mito contando una de esas historias conspiratorias en las que señalan que aquel hombre no murió sino que vivió una vida secreta.

Algunos inclusive señalaron que tras su derrota en La Higuera, el “Che” depuso la lucha y las armas y decidió retomar su vida de viajero ante el amor y el extrañamiento que sentía hacia sus hijos y familia.

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NCV

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